Apareció. Sus ademanes de
caballero se esfumaron al quitarse los guantes, al quitar la capa asomó su
vestimenta y al poner su sombrero de copa sobre la mesa, se mostró tal y como
era.
Seguidores
MUCHAS GRACIAS
SIN VOSOTROS ESTO NO SERÍA LO MISMO. GRACIAS POR ESTAR EN ESTE SITIO.
Tranquility
jueves, 25 de octubre de 2012
domingo, 21 de octubre de 2012
Desde que te fuiste
Languidecen las flores desde que te fuiste,
Caen mustias sobre la
tierra
Lloran tu ausencia a
su manera.
Inmisericordes tus
palabras en tu partida
Resuenan en mis oídos
Y martillean mi
conciencia.
Languidecen las
flores desde que te fuiste,
Su aroma disipado ya
no me inunda
Los pájaros no cantan
en mis mañanas.
El eco del agua atrona
mis sentidos
Dejando atrás su
cadencia
Ya no es hermoso su
sonido.
Languidecen las
flores desde que te fuiste,
Ya no es dulce el
almíbar
Y mis poros rezuman acíbar.
Acepto que tu camino
seguiste.
miércoles, 17 de octubre de 2012
Primer cumpleaños de mi blog.
Hoy no traigo ninguna historia, bueno sí, la historia de este blog. Hace hoy un año en el que decidí vencer mi timidez y mi miedo y creé estas páginas en las que vierto con cierta asiduidad -cuando el tiempo me deja, o creo que algo merece la pena ser compartido- lo que sale de lo más profundo de mi ser. Ha sido un año que ha pasado muy rápido, en el que me habéis venido a visitar muchos y me habéis dejado un "cachito" de cada uno en forma de comentario. Un año de interacción entre bloggers que ha sido muy interesante y fructífero para mí. Gracias a este blog he conocido virtualmente a personas que de otro modo jamás lo hubiera hecho, con rincones llenos de verdadera literatura y verdaderos sentimientos; ventanas al mundo donde he encontrado aquello que me faltaba en un momento u otro.
Cuando subí el blog a la red, pensé que nadie lo leería y me he sorprendido gratamente al encontrar las múltiples visitas y los seguidores. Con vuestros comentarios me animáis a seguir en este mundillo en el que es difícil publicar algo en papel y gracias a los blogs podémos sentir el sueño de ser escritores o de al menos aparentarlo. Si un escritor escribe para que lo lean, yo veo colmado con este blog mis deseos.
Gracias a todos por venir hasta aquí y dejar vuestro comentario y si alguna vez alguien tiene que decir "no me gusta" que se sienta libre para hacerlo puesto que en este blog no hay censura.
Un abrazo grande,
Eva.
viernes, 12 de octubre de 2012
El Corral de Concejo
Braulio cerró la ventana de su habitación de un golpe seco, estaba
desvencijada, y a veces se atascaba. Hasta ese momento el olor que se
percibía dentro de ella era a limpio, al fresco de las últimas noches de
primavera y la brisilla que penetraba dentro de ella llevaba los aromas
de azahar de los naranjos del patio y de un inmenso galán de noche.
Afuera el croar de las ranas de la alberca grande era el único ruido que
se podía percibir. En el silencio los cánticos amorosos de los
batracios eran el coro de fondo con el que los vecinos se dormían cada
noche.
Se quitó la ropa y la dejó caer encima de una vieja silla de anea que
junto a un catre y una cómoda era todo el mobiliario de la pequeña
habitación donde dormía. Una foto de Emilia, su esposa, junto con un
florero con una rosa eran todos los adornos que había en ese humilde
cuarto.
Después de mirar largamente la cara de ángel que tenía su mujer en
aquella foto color sepia carcomida por la vida misma se metió en la
cama, no sin antes acomodar la borra de la que estaba rellena el
colchón. Se hizo un hueco en el centro donde se arrellanó placidamente.
Para ese entonces el olor a alcohol mezclado con el de los animales que
él cuidada a diario en El Corral de Concejo, inundaba ya toda la
habitación haciéndola irrespirable para cualquier persona del común de
los mortales. Las paredes encaladas y desconchadas, llenas de humedad
por el techo, pedían a gritos una limpieza. Pero el pobre Braulio vivía
solo. Su mujer hacía años que había fallecido y sus dos hijos marcharon a
hacer las Américas. En el pueblo la única prosperidad que había pasaba
por las manos del señor que más tierra tenía, el cuál se servía de eso y
su caciquismo era total. Hasta el punto de llegar a exigir en prenda a
la mujer de algún jornalero, si la moza estaba de buen ver, a cambio de
unas peonadas en sus campos.
La vida para Braulio desde que aceptó de manos del cacique, el puesto
de guarda del Corral era cada día igual. Al primer canto de los gallos
estaba levantado y tras lavarse la cara en una palangana y vestirse, se
peinaba frente a un pequeño espejo enmohecido por los bordes y que
apenas le dejaba ver su cara curtida por los años al sol del campo. Se
afeitaba con una navaja y mientras se decía para sí mismo “Ay Braulio,
que pocas mañanas te quedan ya… cualquier día de estos amaneces más
tieso que el cordobán…” Cada arruga tenía un significado y cada marca un
recuerdo especial, como la que le partía la ceja derecha de sus tiempos
de milicia en la Guerra de África. En ella se tiró los siete años que
duró su servicio militar.
Después de un café de cebada con leche y sopas de pan se marchaba al
Corral donde estaba todo el día al cuidado de los animales que allí
estaban porque sus dueños no tenían espacio en la casa y de otros que se
escapaban de las fincas y acababan perdiéndose y los llevaban allí
puesto que ese sitio era un Corral comunal.
Cada mañana sin falta pasaban por la calle en dirección al colegio un
grupo de niños. Braulio se asomaba por un pequeño ventanuco y les
sonreía mientras pensaba “Pobres niños, ¿qué tendrán que hacer esas
manecitas para vivir cuando sean mayores?”. Los niños ufanos a todo iban
cantando una cancioncilla:
“Pasaron mil días en el calendario, y un día en un yate llegó un millonario”.
-¡Buenos días chiquillos! Cada día cantáis algo nuevo- les dijo sonriendo.
-¡Buenos días Braulio! ¿Podemos asomarnos a ver a los animales?-le dijo Tomas el hijo de la lavandera.
-Pero “tomasín” que vas a ir oliendo a cabras al colegio y la maestra doña Pura es muy tiquismiquis.
-Anda Braulio, ¡Por favor, déjanos entrar!- insistió Tomás.
Braulio que a pesar de parecer un hombre tosco y huraño, con los niños
se le hacía el corazón añicos y les dejó entrar a todos: Tomás el
primero, por supuesto; la pequeña Amalia y su primo José, el hijo del
practicante del pueblo. La única que no entró fue Marta Pérez que se
quedó en la puerta con cara de asco, y dándole tirones de la mano a una
muchacha de unos dieciséis años, tan linda como tímida, que según
habían comentado en el pueblo, había venido de una pedanía cercana para
ser dama de compañía de la niña que era hija única.
-¡Vamos niños! Que me alborotáis el corral con lo tranquilo que está
hoy. Además la señora doña Pura se va a enfadar con vosotros y de paso
conmigo.
Todos salieron corriendo, limpiándose los unos a los otros las
telarañas del corral y entre sonrisas y gritos Braulio vio como
trasponían la calle y él se metió de nuevo. Dentro de él sabía como iría
el día y como acabaría, lo mismo de siempre: el trabajo, esperar carta
de los hijos, y al atardecer ir a matar su soledad con unos tragos de
aguardiente a la taberna del Tirso.
domingo, 7 de octubre de 2012
Flor Seca II
Son ya las dos de
la tarde, hoy he caminado demasiado, estoy sudoroso. Mis padres me
deben de estar ya esperando para comer, a mis casi cuarenta años aún
vivo con ellos. Encima por ahí viene Laura. Mejor me hago el loco,
siempre he sido distraído y ella lo sabe. ¡Con la de tiempo que hace no
nos vemos y me toca hoy con esta pinta! Seguro que va a recoger a su
hija al autobús escolar. Es un preciosidad, ¡claro se parece a ella de
pequeña!
Lo
mismo no me reconoce, he adelgazado bastante. Me estoy acercando, mejor
miro al suelo. Intuyo que me mira puedo sentir sus ojos en mí.
jueves, 4 de octubre de 2012
Flor seca I
Él caminaba hacia mí con los ojos fijos en el suelo. Nos acercábamos cada vez más. Hacía mucho tiempo que no nos encontrábamos a pesar de vivir en el mismo pueblo. Sin duda los años habían hecho mella en nuestros cuerpos. Yo ya no era la chica grácil de la infancia; que me subía en todos los sitios siguiendo a los niños cuando se perdía el balón. Él tampoco lo era.
Dentro
de mis pensamientos me asaltaban todo tipo de preguntas acerca de cómo
le iba la vida. Cada vez aligeraba más su paso y miraba la acera como
quien va sorteando charcos en un día lluvioso. Hacía un sol radiante que
casi cegaba la visión si mirabas los reflejos de sus rayos.
Nos cruzamos, codo con codo, yo lo miré pero él seguía absorto en su mundo. Creo que ni siquiera me vio…
Atrás
quedaron años de amistad, de juegos infantiles, de chucherías los
sábados después de la misa, de risas y fiestas de juventud. Sentí que de
mis manos se escapaba la tierra seca de una planta que llevaba mucho
tiempo sin regarse, abandonada en un pequeño jardín.
La desazón que sentí, me hizo volver la cabeza para llamar su atención, pero él ya había desaparecido.
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