Entre complacida y asombrada por la reciente elocuencia y videncia con la que su amiga la obsequiaba cada viernes por la tarde mientras tomaban café, Plácida, disfrutaba de cómo su amiga le desvelaba los acontecimientos de su futuro más inminente. Le auguraba un viaje, ese que llevaba tiempo soñando, sin los niños claro está. Un coche nuevo, el que tenía estaba más en el taller que al uso. Ella se deleitaba ante las dotes de pitonisa de su amiga sin pensar en que su marido y ella compartían algo más que el partido de padel de los jueves.
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SIN VOSOTROS ESTO NO SERÍA LO MISMO. GRACIAS POR ESTAR EN ESTE SITIO.
Tranquility
domingo, 31 de marzo de 2013
sábado, 23 de marzo de 2013
Compañeros de viaje
Las últimas vacaciones habían transcurrido sin
contratiempos. Nos embarcamos en un viaje lleno de aventura, no exento de
peligros y en donde la confianza en el otro primaba por encima de todas las
cosas. Aún no sé en qué momento me dejaste sola.
sábado, 16 de marzo de 2013
Realidad Poliédrica
La altivez con la que me
miraba Marta cuando éramos niños siempre hirió mi amor propio. Cada vez que
acompañaba a mi madre a casa de los Sres. Pérez cuando les llevaba la cesta con
la ropa planchada y algunas cosas que ella les cosía; percibía un escalofrío
que me recorría todo el cuerpo con la mirada de esa niña insidiosa que me hacía
sentir inferior. Ella se pavoneaba con sus vestidos de niña rica llenos de
lazos y volantes; mientras esperábamos que el ama de llaves nos diese el
siguiente encargo semanal.
Yo,
que no me he arrugado nunca ante nada y menos delante de una mujer; me crecía
dentro de mis ropas desgastadas y modestas, mirándola por el rabillo del ojo y
le hacía burlas mientras ella se encaprichaba por algo que su niñera al
instante debía de darle; una mujer joven de aspecto mustio que apenas hablaba
con nadie -no sé si por timidez o debido a su juventud, apenas tendría cinco o
seis años más que Marta-.
Han
pasado los años, y aún sigo sintiendo cuando me cruzo con Marta esa sensación
de inferioridad al dedicarme ella una de sus miradas de arriba abajo. A veces
me da la sensación de que ella quiere hablarme, sin embargo, yo levanto mi
cabeza con altivez y lo único que hago es un leve gesto con las cejas a modo de
saludo; pues gracias a los esfuerzos de mi madre conseguí con los años no ser
solo “Tomasito” el hijo de la
planchadora, sino don Tomás el maestro del pueblo.
Cada
día cuando acaban las clases, ella viene a recoger a su hijo al colegio
conduciendo su coche sin su chofer; me parece extraño pues bien podría
venir Amparo, “la mudita”
-conocida así en el pueblo porque con solo mirar a los ojos a su pequeña Marta
sabía perfectamente lo que quería, y nunca hablaba de lo que pasaba en casa de
sus patronos- que al pasar de los años, se convirtió en una buena moza
pero que no consiguió novio y aún sigue en la casona familiar.
Yo la
observo desde lejos tras los cristales de mi aula. No quiero reconocerlo, pero
creo que he estado enamorado de ella desde que era un crío; por eso prefería
acompañar a mi madre cuando iba a su casa en vez de quedarme con los demás
chiquillos jugando en la calle, a sabiendas del mal rato que pasaría. Me
doy cuenta que he vivido toda mi vida en una mentira, obcecado en esa imagen de
mi infancia que me ha llevado a querer obviar a todas las mujeres que se me han
acercado y que no han sido pocas. En todas encontraba algún inconveniente,
vivían lejos, no querían vivir en un pueblecito o simplemente eran
insulsas. Mi madre siempre me decía: “Tomas, hijo mío, ¿Cuándo te vas a buscar
una novia con la que formar una familia?” y mi única respuesta era “un día de
estos madre”, y agarraba mi viejo portafolios de piel y salía de la casa con
una sonrisa en la boca y un beso al aire para mi madre. También he
aguantado murmuraciones acerca de mi hombría por seguir soltero a mis años.
Tengo el arquetipo de Marta en mi mente y sin darme cuenta he ido fijándome en
ella y construyéndome mi propia realidad poliédrica, y en cada cara una visión
diferente de la vida.
Después de tanto tiempo aún no ha perdido ese porte que tenía de niña, su
petulancia se ha visto mermada por las circunstancias que la rodean. El
exquisito marido que le buscó su padre, se ha encargado de dilapidar la fortuna
de la familia en negocios turbios y en casas de mala reputación. No es que me
alegre de eso, al contrario; parecía un corderito manso el día de la boda y
mientras todos les mirábamos, él preso del nerviosismo propio del
acontecimiento y de verse en un pueblo que no era el suyo, no hacía nada más
que tirarse de su pulcro chaqué. Ella, ufana e inocente de lo que se le venía
encima, sonreía a todos los que mirábamos pasar el cortejo por la arteria
principal del pueblo en dirección a la iglesia. Entre ellos yo, que veía
como ella se alejaba cada vez más de mí de lo que toda la vida lo había
estado, si es que en algún momento estuvo a mi lado.
Muchas
veces Marta venía al colegio con gafas de sol, a pesar de ser un día lluvioso,
unas enormes gafas que ocultaban su rostro que se iba ajando con los años y se
veía deslucida a pesar de ser una mujer todavía joven. Cuando llegaba la
primavera y las demás madres acortaban las mangas de sus ropas y la tela de sus
faldas, ella seguía tapada hasta los puños y los pies. El rictus de su cara
siempre era el mismo, solo le salía una sonrisa franca cuando abrazaba a su
hijo en las puertas de la escuela. Ahí sí que se le veía feliz. Era como si el
mundo entero se iluminara y no existiera nadie nada más que ella y su pequeño
Nicolás.
Hoy no
ha venido el niño al colegio, algo extraño ha debido de ocurrir, pues es un
niño con una salud de hierro. Hoy me quedaré sin verla aunque sea de lejos.
Cogeré mis cosas y me marcharé a casa pues mi madre, anciana ya, debe de estar
poniendo la mesa y hasta que yo no llego ella tampoco almuerza.
-¿Sabes lo
que ha pasado hijo? Una desgracia, hijo, una desgracia. Anoche, al marido de la
señora Marta Pérez, de mi “Martita” que la he visto crecer desde pequeña…
-¿Anoche qué
mamá, anoche qué?- la curiosidad me comía por dentro, sentí que algo malo había
ocurrido.
-Pues eso,
que anoche en uno de esos sitios a los que va se ve que estaba más bebido de lo
normal y en una pelea y tras apostarse todo al póker, cayó al suelo y se
golpeó la cabeza
- ¿Y qué
pasó?- le espeté a mi madre casi gritándole.
-Pues que se
dio un mal golpe y que lo han llevado muerto a su
casa.
Salí
corriendo sin comer y tirando el portafolio al suelo. Mi único interés era
llegar a la casa de Marta, sabía que mi presencia de nada serviría pero había
algo que me empujaba a ir.
La viuda estaba
compungida al lado del ataúd de su esposo, vestida de negro riguroso con medias
y pañuelo negro a pesar de alcanzar en el patio de la casa los treinta grados a
la sombra de aquel mes de mayo que se presentaba más caluroso de lo habitual, y
secaba sus lágrimas con tanto entusiasmo que no dejaban de mirarla los allí
presentes uniéndose en su dolor.
Me quedé parado, viendo
toda la escena, no podía acercarme a ella, había demasiada gente a su
alrededor. No era el momento. Tal vez al día siguiente, en el cementerio podría
darle mis condolencias.
Una vez el cuerpo del
difunto fue sepultado y todos se iban marchando del cementerio. Ella permanecía
allí, en frente de la tumba, con su inseparable niñera. No dejaba de llorar,
pero en sus ojos se percibía un brillo diferente. Yo esperaba el momento de
acercarme para darle mis condolencias; cuando antes de poner mi mano sobre su
hombro pude escuchar lo que le decía “la
mudita”
-No llores más mi niña,
que no lo merece, ¿no te acuerdas de cuando te daba los correazos?
Se me cayó el mundo
entero a los pies y sin decir nada salí de aquél cementerio.
domingo, 10 de marzo de 2013
Dibújame
En los humedales de la tristeza
Cuando nadie te mira
Y solo estás,
La quietud de tu alma
Se asoma
Por los ventanales de tu cara.
Atraca tu barco en mi playa
Desciende de él y ven a mí
Que el oleaje nos envuelva
Con embates de sal y no de llanto.
Dibuja en mi piel
Un mapa,
Con tesoros escondidos.
Busquémoslos despacito,
Lentamente y con sentido.
Delinea mis volcanes
Desniveles y manantiales,
Trázalos pausadamente desde
La noche que recién nace
Hasta que el alba nos halle.
viernes, 8 de marzo de 2013
Felicidades Mujer
.
Felicidades mujer,
Por no ser sólo madre, hija o hermana, sino también esposa.
Felicidades mujer,
por haber luchado desde el primer
Momento en el que viniste al mundo
por sobrevivir al espejo del hombre.
Felicidades mujer,
Por ayudar a hacer que la vida sea más llevadera
Por iluminar con tu sonrisa muchos días sin sol
Por curar con tus caricias heridas sin medicinas.
Felicidades mujer,
Por llevar paz donde había lucha
Por callar cuando no se debe alzar la voz y por alzarla cuando los demás
Guardan silencio y con su mutismo se crean injusticias.
Felicidades mujer,
Porque cada gesto tuyo lleva autoridad y ternura a partes iguales,
Consideración y misericordia.
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