El primer golpe en el costado derecho la dejó como estaba;
el segundo, un poco más fuerte y con más tino hizo que se su imagen se viera un
poco más clara. Al tercero la bailarina cayó al suelo, le siguieron los
palillos y el torero la miraba desde lo alto recomponiendo su figura tras varias
acometidas más bravas que las del toro que yacía sobre el televisor.