Me desciendes hasta mis infiernos
con tus ojos.
Y, en el anhelo eterno, espero.
El abrazo roto que no me das,
La palabra dulce que no
pronuncias.
Y me pierdo en tu sonrisa,
Que burlona me incita,
A recorrer tu cuerpo,
Con mis ojos, porque con mis
manos no puedo.
Y el silencio se instala como un
muro nuevo.
En el que chocan nuestras
palabras,
Nuestras miradas y nuestros
deseos.