Entre complacida y asombrada por la reciente elocuencia y videncia con la que su amiga la obsequiaba cada viernes por la tarde mientras tomaban café, Plácida, disfrutaba de cómo su amiga le desvelaba los acontecimientos de su futuro más inminente. Le auguraba un viaje, ese que llevaba tiempo soñando, sin los niños claro está. Un coche nuevo, el que tenía estaba más en el taller que al uso. Ella se deleitaba ante las dotes de pitonisa de su amiga sin pensar en que su marido y ella compartían algo más que el partido de padel de los jueves.