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Tranquility

viernes, 27 de enero de 2012

A los desaparecidos



Una voz se escucha,
"Que olvide el que quiera"...
Yo desde este lugar,
no sé si reír o llorar.
No puedo sentir ni oír
pero siento y oigo,
debajo de la cal sepultado.

En parajes donde ahora nacen flores,
alegres campanillas, rosas de pitiminí,
amapolas o girasoles.
Umbrías de barrancos donde las zarzas
se enredan unas con otras,
como nuestras manos, y nuestra sangre
derramada, mezclada y olvidada.

Dichosos los lugares donde
sobre nuestros cuerpos
cubiertos por tierra fecunda,
se levantan estatuas sin rostro,
monolitos que nos recuerdan.
Donde los olivos de las ánimas,
crecen y sus ramas lánguidas
nos lloran.

Ahora hemos vuelto,
encontrados todos al fin podremos disfrutar,
de una puesta de sol,
de una lluvia fina,
del llanto de nuestros nietos,
del amor que no vivimos...
De un paisaje hermoso y no agreste
como es éste donde nos hayamos.



El amor nace de la vista




Los ojos son normalmente el principal órgano del ser humano que capta todo lo que le agrada y le disgusta de lo que le rodea. Te puedes enamorar de una persona a simple vista, puesto que el físico es lo primero que observamos todos los seres, incluyendo a los animales. Estos impresionan a sus posibles parejas a través de la lucha con otros machos o desplegando su plumaje colorido para llamar la atención de las hembras en el caso de las aves. Aunque en los animales ese cortejo previo solo conlleva como finalidad la procreación y la hembra seguirá al macho que le resulte más fuerte.
Afortunadamente, ni los hombres ni las mujeres nos mostramos tan guerreros a la hora de elegir una pareja. Aunque también se da ese pavoneo delante de la persona que te gusta, haciendo que su atención se centre sobre ti, y cuando la persona se acerca es cuando se le ignora un poco para provocar aún más sus deseos sobre uno mismo. Ese es el cortejo humano, por llamarlo de alguna forma.
El amor es diferente a la atracción física o a la amistad. Son conceptos diferentes pero que pueden ir encadenados unos a otros. Se puede dar la atracción física, el archiconocido flechazo, de ahí pasar a una amistad en la que ya no es solo gusto físico, sino que también nos agradan las formas de la persona. De la amistad al amor dicen que hay un paso, es cuando te das cuenta de que esa persona es imprescindible en tu vida, no puedes estar sin saber de ella, sientes un “aleteo” dentro del estómago y poco a poco te vas enamorando y va naciendo el amor. Un amor que puede durar más o menos, dependiendo del grado de compenetración que haya en la pareja no solo a nivel personal sino también carnal.

jueves, 12 de enero de 2012

El transeúnte



Era realmente un muchacho extraño, caminaba ensimismado por entre la gente. Daba lo mismo que fuese verano o invierno él siempre vestía la misma chaqueta de cuadros escoceses y unas botas militares. Su pelo, largo y con una cola hecha de innumerables rastas, tenía un color mugriento. No debía tener más de treinta años pero parecía tener toda su vida vivida. Su cara de bobalicón daba pena a quiénes lo observábamos y cuando te miraba te hacía sentir un escalofrío que te recorría todo el cuerpo. Un día me atreví a seguirlo. Aparqué mi coche junto a un banco del paseo por el que él caminaba. Dejé varios metros de distancia entre él y yo, aunque si hubiese ido pegada a sus hombros estoy segura de que ni siquiera habría sido consciente de mi presencia. En el fondo me daba un poco de miedo pero la curiosidad era más pertinaz que mi desconfianza.
Caminaba por entre callejones estrechos impregnados de aromas entreverados de azúcares y fritangas de las cocinas. Aligeró el paso y con las manos en los bolsillos parecía que más que caminar interpretaba una marcha militar. Yo comencé  a sentir que mi corazón se agitaba, mi paso en un principio suave, se tornaba casi en una pequeña carrera para no perderlo entre la gente que a duras penas transitaba por entre las aceras y las bicicletas. Podía haberme dado la vuelta en cualquier momento, ¿qué necesidad tenía yo?, ¿a mí qué me importaba donde iba ese chico? Pero algo me decía que tenía que seguir hasta el final. 
El chico giró hacia la izquierda y empujó una pesada puerta de madera adornada con herrajes enmohecidos y desconchados. La puerta crujió e hizo un esfuerzo con las dos manos para abrirla. El edificio era antiguo, tal vez del siglo pasado, varios ventanales vertían sus ojos a la calle. El tejado de un momento a otro parecía que se iba a venir a tierra. La puerta se quedó entreabierta invitando a entrar a un patio silencioso donde la luz penetraba tenuemente a primeras horas de la mañana y poco a poco se iba reflejando en los charcos acharolados del suelo provenientes del agua de haber regado las macetas. Colgaban de las paredes multitud de plantas de todos los colores: geranios, tulipanes, margaritas, pensamientos, dalias  y una madreselva preñada de flores trepaba por entre los barrotes de las ventanas y cubría la cal envejecida de la casa. El mundano ruido del exterior se había disipado en apenas unos segundos. Era una paz inmensa la que se sentía en ese lugar. Una pequeña puerta en uno de los laterales del patio era la única entrada. Intenté llamar a aquel muchacho. Desapareció.  Aún guardo la sensación de paz que sentí en aquel repentino jardín en medio de tanto ruido.

viernes, 6 de enero de 2012

Amor persistente


Atardecía. Las primeras sombras de la noche dejaban entrever los cuerpos a través de  las ventanas que tenían las luces encendidas del edificio. Se levantó un suave viento que acariciaba mi cara y mecía las hojas de los árboles del parque en el que estaba sentado esperándola. Había soñado tantas veces con encontrarme con ella ahí, cara a cara, a la salida del colegio. Me arreglé mi chaqueta, la sacudí concienzudamente para eliminar la más mínima partícula que pudiera entorpecer el encuentro. Movía mi cabeza en todas las direcciones, y nadie aparecía. Bueno, sí, pero eran personas anónimas que nada me decían, solo caras levantadas al frente con un caminar casi mecánico que los llevaban de un lado de la ciudad hasta otro. Abuelos con sus nietos, que  cuidaban mientras sus padres atesoraban bienes con los que subsistir por medio del trabajo, pues riquezas pocas... Jubilados que jugaban a la petanca, perros ansiosos del espacio cercenado por sus dueños en minúsculos pisos, madres con sus hijos, corrillos de abuelas que contaban chascarrillos de tiempos pasados y sus risas, que se escuchaban desde donde yo estaba, y que alguna vez arrancaron la mía
Era a la vez una mezcla de ruido y silencio, yo permanecía sentado con todos mis sentidos alerta para ver si pasabas por delante de mis ojos que te buscaban con toda la ansiedad que podía. Día tras día, estaba ahí sentado con la única ilusión de verte. “Tal vez se acuerde aún de mí” pensaba dentro de lo más profundo de mi ser, al fin y al cabo fuimos compañeros de clase durante muchos años; aún recuerdo el olor que desprendías al pasar delante de todos los niños, lavanda. ¿Seguirás oliendo a lavanda?
Se abrieron las puertas del colegio, salieron los niños en desbandada, como siempre. La algarabía que formaban me transportó a nuestros años de inocencia plena. Me puse mis gafas, para poder verte. Mis ojos ya no son lo que eran, apenas sí distingo una “Be” grande de una “uve” chica.
Ahí estabas tú, en la puerta de madera que tantas veces habíamos cruzado juntos, que nos aislaba del mundo para enseñarnos lo que era el mundo... y cómo sobrevivir en él.
Han pasado los años, te sigo viendo hermosa, ya no luces la lozanía de antaño. Pero mis ojos entristecidos y achicados por los años siguen viendo a esa niña saltarina, rubia, con trenzas atadas con lazos de múltiples colores, que se sonrojaba con una miraba, y que me regalaba un dulce e inocente beso en la mejilla cuando le ofrecía una chocolatina. La vida nos llevo por diferentes caminos, a mí por el lado  equivocado y a ti por las manos de  Dios.
Cada día vendré mientras me queden fuerzas a ver cómo te despides de los niños del colegio e imaginaré que esas sonrisas son para mí, y esos besos que lanzas con tus débiles manos también son míos. Me sentaré en este banco con la esperanza de que alguno de estos días te fijes en este viejo, aunque mi cara ajada por los años no te devolverá la imagen que tenía el día en que nos dimos nuestro único beso.

lunes, 2 de enero de 2012

¿AÑO NUEVO, VIDA NUEVA?





A estas alturas de año  los efluvios del alcohol ya se han disipado. Atrás quedaron las fiestas y las celebraciones para recibir al Año Nuevo, ese desconocido que nos aguarda para llenarnos de sorpresas. Y es que, con cada campanada, pedimos un deseo de diferente calibre; unos más mundanos que otros como es el caso: “un novio” “un coche nuevo” “aprender el idioma anhelado” “bajar esos kilitos que se nos han alojado en nuestro cuerpo” y otros que no lo son tanto y que son la pieza clave para poder llevar a cabo los susodichos: “salud, amor y trabajo”. Buenos propósitos que nos tienen ilusionados hasta mediados del mes de febrero y que la rutina se encarga de ir haciendo que caigan en saco roto. Cambio el dinero por trabajo, al menos aquí en mi país es la espada de Damocles del Gobierno (de éste, del anterior y al paso que vamos me temo que también lo será del siguiente).
Estamos en los primeros balbuceos de un año que viene muy marcado con tintes catastrofistas:

“El 2012 fin del mundo”

Es la frase del millón, todo el mundo la repite. Y todo porque se pusieron a estudiar un calendario que es circular, como es el calendario maya, y como todo circulo tiene un principio y un final…y vuelve a empezar, no es como nuestro calendario que es lineal y en principio no tiene fin. El cine, la televisión, todos los medios se están encargando por activa y por pasiva de meternos el miedo en el cuerpo. Sectas que bajo el cobro de un buen estipendio están haciendo su particular agosto para salvar almas antes de que llegue la tan temida fecha del 21 de Diciembre 2012. El planeta Nibiru, que nos iba a impactar, ¿Dónde está? Ya pasó y ni siquiera lo vimos…En cuanto a los terremotos, y demás catástrofes naturales, es normal que los haya. Desde la Pangea hasta ahora se han sucedido unos pocos… Los continentes se formaron a base de esos movimientos de las placas tectónicas. La tierra está viva y se va a seguir moviendo. Algunos se atreven a decir que estamos asistiendo a un “parto cósmico”, quién sabe lo que nos quedará por ver…
 Y yo me pregunto ¿si se va a acabar el mundo, es para todos o no? Lo mismo yo soy un poco ilusa y no me estoy dando cuenta de la gran mentira… El mundo no se va a acabar porque lo diga un calendario, sino porque lo destrozamos día a día con nuestras actuaciones ya sean unipersonales o del conjunto de las naciones. El mundo conocido se acaba por la más vil de las necesidades humanas: el dinero, la pasta, monei, esa pieza circular o en papel que nos trae a todos por la calle de la amargura. Desde pequeños se nos enseña el valor del dinero. Quien más tiene es el mejor, y el que no lo tiene no lo es. Por dinero se hacen muchas cosas, se cometen asesinatos individuales y colectivos, por medio de guerras que responden a los intereses de unos pocos y no de los ciudadanos del país. Intereses monetarios que causan hambrunas en países para diezmar la población, uso de transgénicos y plaguicidas que no solo están dañando el medio natural con sus ciclos de producción sino a nosotros mismos causándonos enfermedades y fallos orgánicos. Ese es el verdadero fin del mundo. El que el mismo hombre civilizado, y cuanto más civilizado más destructor… está poniendo en marcha para este planeta en el que hay recursos para todos pero que están mal gestionados y mal repartidos. Es una pena que a pesar del paso de los años siga tan presente el refranero español y haya que aplicarselo a algunos gobernantes de algunos países, aquél que decía “Por el interés te quiero Andrés”…