Giró la cabeza hacia atrás para
mirarla por última vez. Su paso se detuvo frente al viejo banco desconchado que
había a un lado de la calle. Ella caminaba flotando por encima del asfalto; un
parpadeo, una sonrisa tímida y su vaivén de caderas fue lo último que pudo ver.
Ahora pasa las horas muertas imaginando el color de sus ojos, de sus labios, de
su pelo, mientras busca la luz que la vida le quitó.
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SIN VOSOTROS ESTO NO SERÍA LO MISMO. GRACIAS POR ESTAR EN ESTE SITIO.
Tranquility
viernes, 17 de octubre de 2014
jueves, 18 de septiembre de 2014
Resarcimiento
Pudo
ser una mañana igual al resto de las otras de no haber sido por ella. La calle
silenciosa se vestía con el ruido procedente de las casas y los vecinos
empezábamos nuestros quehaceres casi al
alba; ruidos de cazos y vasos de cristal que junto a ese olor a pan tostado y
café recién hecho inundaba mis sentidos abriéndolos
a un nuevo día. Poco a poco se deshacían
las heladas en los tejados, las gotas de agua caían cadenciosamente al suelo
como recuerdo de una noche fría y lluviosa formando charcos en los que los niños se
metían y sus madres les chillaban. El sol se abría paso entre las nubes y
acariciaba su cara, ella se mesaba el cabello mientras se sentaba en el banco
de piedra que había junto a la tapia del molino. Un muro de piedra y
tierra que dejaba entrever el patio interior de la vieja almazara por los boquetes que se le habían ido
haciendo con el paso de los años. Ahora su interior no era más que una gran superficie llena de
máquinas desvencijadas y enmohecidas y en donde años atrás se almacenaba las
aceitunas, ahora crecían la maleza y los
zarzales cubriéndolo todo.
Llevaba tiempo sin verla, a decir verdad más
de diez años, y, apenas había cambiado. Seguía teniendo la misma cara, los ojos
saltones y las facciones grandes; pero ese
aire de niña vieja delataba su edad. Su pequeña estatura habría sido suficiente para ser el centro de
las bromas de los demás y para que despectivamente le llamasen enana, porque eso
era, una persona pequeña; demasiado pequeña y con las manos gordas y esos dedos cortos como sus piernas, que colgaban
lacias y sin gracia ninguna de su cuerpo y parecían dibujadas sobre la piedra.
Yo la observaba a escondidas, en
silencio. Apenas nos separaba la calle y sin embargo, ella no podía verme; ni
siquiera intuirme, ni a mí ni a nadie. Las persianas, aún bajadas, servían de
parapeto para quienes nos ocultábamos ante las miradas de los viandantes que
poco a poco iban llenando la calle. Ella
ajena a todo y a todos, en lo suyo, miraba
su móvil y con sus pequeñas manos grotescas, ávida, hacía pasar las pantallas y
ese sonido característico llegaba hasta mis oídos con toda claridad como la
música machacona que hizo sonar en el aparato. Dos copleras que cantaban a voz en cuello “que no hay en la vida nada
más importante que el beso de una madre”. Me reí para mis adentros solo de
pensarlo.
Ella, en silencio, escuchaba la canción
y miraba su teléfono, a un extremo y a
otro de la calle. Sus dedos tamborileaban el móvil y con desgano sacó un paquete de cigarrillos del
bolsillo trasero de su pantalón. Lo giró y con un golpe seco hizo que saliera uno de
interior. Lo cogió y lo llevó a su boca. Siguió buscando en sus bolsillos algo
con lo que encenderlo. El humo del
tabaco llegó hasta mí y tuve que hacer un esfuerzo para contener la arcada que
me produjo. Nunca pude fumar hasta después de las doce de la mañana y el solo
hecho de olfatearlo me daba asco. Buscaba a alguien o esperaba algo. Sus ojos
destilaban el perfume ácido del recuerdo agrio y, tras restregarlos varias
veces con el dorso de su mano, se quedó mirando como las bocanadas del humo que
aspiraba sutilmente se deshacían y se perdían
izándose y enredándose en su pelo.
Aún era Navidad y del balcón de mi casa
colgaba una de esas imágenes del Niño Jesús. Ella, de vez en cuando, depositaba
sus ojos en el Niño y lo miraba en actitud desafiante. Como si alguien o algo
tuviera la culpa de todo aquello que sentía en ese momento. Como si esa imagen
fuera la directora de todos los destinos posibles que nos acechan a las personas; como si esperase que saliera
alguien de la casa, tal vez me esperaba a mí o a quién sabe.
Aquella noche fue diferente a las
demás, salimos como cada viernes. Todos nos esperaban en el bar de siempre y
entre risas y bromas pasábamos el rato.
—Me acompañas al baño— me dijo con una
voz casi inaudible.
—¿Qué?
—Que me acompañes, tengo algo que
decirte.
—Vamos— le dije mientras con mi mano le
indicaba que ella fuese primero y que yo la seguiría. Entramos y cerramos la puerta.
—Estoy embarazada. Lo tengo que
abortar.
Así sin más me lo espetó, y por más que
le pedí que me dijera quién era el padre solo el silencio salió por su boca.
—¿Pero como ha pasado, es alguien del
grupo? Tu padre te va a matar, cómo has estado? No me lo puedo creer Pamela, no
pusisteis medios, de cuánto estás?
—Me enteré hace una semana.
—¿El padre lo sabe? Se hará cargo de
ti, y de todo, ¿verdad?
—No. No quiere saber nada de niños, me
ha dicho que si esto se sabe su vida social se vería afectada.
—¿Su vida social? ¿Qué vida social?
¿Acaso no lo pensó antes de hacerlo? Menudo sin vergüenza estará hecho. Dime
quién es, somos amigas de toda la vida. Yo hablaré con él. A ese tiparraco hay que cantarle las cuarenta—Mi
furia crecía por momentos, cómo podían haberle hecho algo así a mi pobre
Pamela, si era una niña en grande, inocente y dulce.
—No, mejor no. Me engañó, me dejé
llevar y fíjate las consecuencias. Decía que estaríamos juntos, que lo nuestro
era una historia de amor verdadero y yo como tonta me lo creí. Nadie se enamora
de nadie como yo. Solo me utilizó para llevar a cabo sus fantasías…
—No digas eso Pamela, no es verdad, tú
eres una buena persona, pequeña, pero grande por dentro. Ese canalla te ha
utilizado y ahora si te he visto no me acuerdo. Anda, vámonos a tu casa, te
acompaño. Si necesitas mi ayuda para decírselo a tus padres… Tal vez mis padres
puedan echarte una mano con todo esto, ya sabes lo mucho que te quieren. Les
pediré que hablen con los tuyos y entre todos lo solucionaremos. No eres la primera ni la última a la que le
pasa esto Pam
—Vamos, ya me las apañaré yo con ellos.
Pero esto no se lo cuentes a nadie. Y a tus padres mucho menos. Prométemelo.
Nos marchamos del bar y aquella noche
no pude dormir. Ni las siguientes tampoco, no sé si ella lo pudo hacer. Una
semana después fui a buscarla a su casa y sus padres me dijeron que se había
marchado, que tardaría en volver si es que lo hacía alguna vez. Los rumores empezaron a correr de unos a
otros y se hacían cábalas sobre quién era el padre.
El movimiento de
sus ojos me embelesaba, sentía una sensación extraña que me envolvía y me
paralizaba nublando mi entendimiento. Por un lado tenía frente a mí a mi amiga,
con la que compartí tantos juegos desde niña, y por otro la veía como a una
extraña. Las últimas lluvias socavaron los cimientos de la tapia del viejo molino,
tenía desprendido una parte y el resto apena se mantenía en pie. No puede o no quise, aún me lo pregunto con el
paso de los años, alertarla cuando la
tapia se derrumbó sobre ella. Bajé las escaleras a toda prisa y salí a la
calle, pero, cuando logré llegar hasta donde ella estaba su cuerpo estaba
cubierto por un amasijo informe de piedras y barro. Sus manos quedaron fuera y
sus dedos regordetes se enrollaban unos sobre otros. A gritos llamé a los
vecinos que acudieron en poco tiempo. Despejamos todo lo que la tapaba. Un
hilillo de sangre salía de su boca y el
color cianótico de sus labios me produjo una paz inusual y que con el paso de
los años no consigo olvidar. Al fin quedaba vengada la separación de mis
padres, y el vacío que me corroía por no
haber conocido a mi único hermano.
jueves, 10 de julio de 2014
Tu Nombre
De mis manos yermas nació un poema y tu nombre fue su título.
Entibiados los suspiros, y los besos, secretos.
Niveo el cielo que el sol adorna,
Y son tus brazos cuna que mece mi cuerpo.
Tu mirada lasciva enciende los cuerpos,
dos brasas que arden a un tiempo.
Tiempo que se detiene, que enmudece,
que se eternece en un cálido arrullo.
La luna se asoma sultana, dueña y señora en la blanca cama.
Y son ahora las sábanas vacías, testigos que callan.
Mudas las paredes, muda la estancia, como muda es la vida que sin ti se pasa.
Entibiados los suspiros, y los besos, secretos.
Niveo el cielo que el sol adorna,
Y son tus brazos cuna que mece mi cuerpo.
Tu mirada lasciva enciende los cuerpos,
dos brasas que arden a un tiempo.
Tiempo que se detiene, que enmudece,
que se eternece en un cálido arrullo.
La luna se asoma sultana, dueña y señora en la blanca cama.
Y son ahora las sábanas vacías, testigos que callan.
Mudas las paredes, muda la estancia, como muda es la vida que sin ti se pasa.
viernes, 30 de mayo de 2014
Descenso abrupto
"¡Qué paren el mundo que me quiero bajar" gritó mientras se daba cuenta de que ya nadie la escuchaba. Su voz se perdía entre los gritos de la gente que desde el callejón la aguardaban incrédulos. La luz al final del trayecto no opacó la oscuridad que la habitaba.
jueves, 24 de abril de 2014
Náufragos
Apenas se me ha ido tu olor. Ayer
te tenía frente a mí y hoy las noticias dicen que tu barco ha naufragado.
¡Maldita sea! Ya no volverás a mirar conmigo por nuestra ventana, ni a
acariciar mi cara, ni me pondrás esa sonrisa cómplice cuando cruzamos nuestras
miradas mientras los demás ni siquiera intuyen lo que hay entre los dos.
Tu mujer ha venido llorando hace
unas horas, dice que ha recibido una llamada desde la Comandancia Marítima
y también dice que tu barco ha naufragado. Buscan los cuerpos aunque, no todos
han aparecido. ¿Te puedes imaginar cómo me he sentido al tener que consolar a
tu mujer y decirle que tú estarías bien?
Recuerdo tu primer beso. Ella no
para de llorar y de decir tu nombre, y yo, dentro de mí, hago lo mismo en silencio. Porque
ella es tu mujer por que lo dice un papel, pero hace mil años que no lleváis
vuestros anillos. No debí enamorarme de ti, pero no lo pude evitar. Recuerda
lo que siempre me dices “en el corazón no se manda”.
Le he pedido que se calme y la he
abrazado hasta que se ha dormido, como hacías tú conmigo cuando era más joven
y tenía miedo. Ahora, ella duerme mientras yo transito en un mar de dolor.
Pero, todos curarán sus heridas y las mías solo lo harán con el paso del
tiempo, ése que ya no tendremos ni tú ni yo; o tal vez sí, tú eres un gran
nadador. Dentro de mí siento que te voy a abrazar de nuevo, que te respiraré
otra vez. ¿Sabes? Ya no es necesario contarle lo nuestro a nadie, ni
escondernos. Ahora, con esta carta, ya solo el mar sabrá lo nuestro y mi
hermana te llorará hacia fuera mientras que yo lo hago por dentro.
viernes, 7 de marzo de 2014
Felicidades Mujer
.
Felicidades mujer,
Por no ser sólo madre, hija o hermana, sino también esposa.
Felicidades mujer,
por haber luchado desde el primer
Momento en el que viniste al mundo
por sobrevivir al espejo del hombre.
Felicidades mujer,
Por ayudar a hacer que la vida sea más llevadera
Por iluminar con tu sonrisa muchos días sin sol
Por curar con tus caricias heridas sin medicinas.
Felicidades mujer,
Por llevar paz donde había lucha
Por callar cuando no se debe alzar la voz y por alzarla cuando los demás
Guardan silencio y con su mutismo se crean injusticias.
Felicidades mujer,
Porque cada gesto tuyo lleva autoridad y ternura a partes iguales,
Consideración y misericordia.
martes, 11 de febrero de 2014
Justicia
Había vuelto a tener esa extraña sensación. Una fuerza irrefrenable le recorría todo el cuerpo, pero esta vez, no descargó toda su furia sobre ella. Se lanzó al vacío mientras su mujer se escondía tras el sofá.
miércoles, 1 de enero de 2014
Feliz Año Nuevo
Apenas ha pasado una noche desde
ayer y todo cambia de sentido. Lo que ayer nos agobiaba hoy nos ilusiona. Los
proyectos nuevos se nos agolpan uno detrás de otro a la espera de que les vayamos
dando la prioridad necesaria para llevarlos a cabo. Ayer daba igual no hablar
inglés con fluidez, hoy es absolutamente necesario. Los quilos demás ayer no
estorbaban y hoy se guardan los dulces por eso de que hay que ir preparando la
operación bikini con tiempo y el refrán de "a quién madruga Dios le ayuda"
recobra más fuerza que nunca.
A veces sientes que la vida no
hay quién la entienda y que todo es un camino de un solo sentido y que los
sueños nunca se cumplen. A veces, sueñas lo que no tienes, deseas lo que no te
mereces y reniegas de tu día a día. La vida es un constante ir y venir. El
presente ya es pasado con un sólo parpadeo y la verdad no es ni una, ni pocas
ni muchas sino aquella que afecta al bien común, a la lucha del colectivo. La
partícula que a todos nos iguala y que
vive en nuestro corazón y nuestra alma. Porque uno solo no es nada y necesita
al de al lado, porque un colectivo necesita del individuo y porque la soledad
no se entendería si no hubiera compañía. Hagamos de este mundo un sitio en el
que merezca la pena vivir y que todos aquellos que deban tomar decisiones por
el resto lo hagan con el respeto que merecemos todos y que ellos también se
merecen. Al buen pastor su rebaño le obedece
y con apenas un par de perros los guía por los pastizales que el desea.
El malo, por contra, necesita de muchos perros y aún así, las ovejas se les
desmadran.
Que vuestros buenos sueños para
este año se hagan realidad (y los míos también).
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