Ella iba caminando con el semblante demudado y el miedo aún
entre las piernas, con pasos macilentos por el puente en dirección a su
inmolación. Todos la mirábamos creyendo que con ella se esfumarían todos
nuestros pecados y vilezas, pero no, ninguno nos dimos cuenta de que ella había
dejado su maleta en el lado nuestro del camino.