Apenas se me ha ido tu olor. Ayer
te tenía frente a mí y hoy las noticias dicen que tu barco ha naufragado.
¡Maldita sea! Ya no volverás a mirar conmigo por nuestra ventana, ni a
acariciar mi cara, ni me pondrás esa sonrisa cómplice cuando cruzamos nuestras
miradas mientras los demás ni siquiera intuyen lo que hay entre los dos.
Tu mujer ha venido llorando hace
unas horas, dice que ha recibido una llamada desde la Comandancia Marítima
y también dice que tu barco ha naufragado. Buscan los cuerpos aunque, no todos
han aparecido. ¿Te puedes imaginar cómo me he sentido al tener que consolar a
tu mujer y decirle que tú estarías bien?
Recuerdo tu primer beso. Ella no
para de llorar y de decir tu nombre, y yo, dentro de mí, hago lo mismo en silencio. Porque
ella es tu mujer por que lo dice un papel, pero hace mil años que no lleváis
vuestros anillos. No debí enamorarme de ti, pero no lo pude evitar. Recuerda
lo que siempre me dices “en el corazón no se manda”.
Le he pedido que se calme y la he
abrazado hasta que se ha dormido, como hacías tú conmigo cuando era más joven
y tenía miedo. Ahora, ella duerme mientras yo transito en un mar de dolor.
Pero, todos curarán sus heridas y las mías solo lo harán con el paso del
tiempo, ése que ya no tendremos ni tú ni yo; o tal vez sí, tú eres un gran
nadador. Dentro de mí siento que te voy a abrazar de nuevo, que te respiraré
otra vez. ¿Sabes? Ya no es necesario contarle lo nuestro a nadie, ni
escondernos. Ahora, con esta carta, ya solo el mar sabrá lo nuestro y mi
hermana te llorará hacia fuera mientras que yo lo hago por dentro.