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Tranquility

domingo, 30 de septiembre de 2012

Compraventa


Las  luces de neón destacaban en la fachada de un edificio viejo en mitad de un callejón adyacente a la calle principal de la parte antigua de la ciudad. Mis pasos, uno tras otro, me llevaron de forma impulsiva a tocar en la aldaba del portón de madera corroída que franqueaba la entrada cerrada a cal y canto. Algo extraño había en ese lugar; las luces, más propias de un boulevard que de una calle como esta perdida en el tiempo mismo, y, el llamador excesivamente nuevo  para una puerta que difícilmente se mantenía de pie.
Los neones dibujaban la siguiente frase “Se compra todo tipo de objetos, grandes beneficios” No lo pensé demasiado y me acerque hasta la puerta, dí tres golpes y, en la quietud del silencio sonaron como tres truenos. Apareció un hombre enjuto que me invito a pasar con un ademán y sin mover apenas el rictus facial.
-Traigo unos cuantas cosas que lo mismo les podría interesar- le espeté sin más preámbulos, la tarde anterior había afanado algunas cosillas de valor y para poder pillar la pasta necesitaba venderlas.
Me hizo que me sentara en una habitación lúgubre y me dijo que esperase que en poco tiempo sería atendido por el jefe en persona. Los minutos me parecieron horas en aquella habitación mohosa y fría, de repente una puerta se abrió y un hombre gordo lustroso y bien vestido se dirigió hacia mí: “Sígame” sonó tan ronco como un trueno. Me levanté y lo seguí, entramos a un despacho lujosamente amueblado que nada tenía que ver con el resto del edificio, más bien parecía que se trataba de una broma pues, era como si se pasara de la más absoluta pobreza a la abundancia suprema.
La negociación fue intensa, pero al final conseguí algo inesperado incluso para mí, un tipo sin muchos escrúpulos y que ha vivido su vida sin importarle mucho la de los demás. Le despaché todo y conseguí un gran beneficio. Por vender, le vendí  mi cuerpo porque mi alma no la quiso, era demasiado negra incluso para el propio diablo.

martes, 25 de septiembre de 2012

El vecino



Todos los días salía a la misma hora por el portal del edificio donde vivía. El rictus congelado de su rostro era el saludo matutino para todos los que se cruzaban con él.
Imponía, y mucho, tanto que los niños nos pasábamos  a la otra acera por miedo a que nos dijera alguna palabra para engatusarnos y sacarnos las tripas como las abuelas nos decían machaconamente cada día. Le seguí, las carnes me temblaban pero tenía que ver dónde iba cada día. Esa incertidumbre se había apoderado de mí y anulaba mi miedo fortaleciéndome. Cruzamos varias calles y al final entró en un soportal con un letrero que decía: “Escuela de sordomudos”.

jueves, 20 de septiembre de 2012

Soledades




Eleonor cogió la copa de vino y la levantó con tanta elegancia que habría enmudecido a cualquiera. El salón profusamente iluminado reflejaba el brillo vidrioso de sus ojos, bebió parsimoniosamente  y sin más comenzó a hablar: “Brindo por los ausentes, por  los que han llegado y los que están por llegar”. La única respuesta fue la imagen desaliñada y agónica que le devolvió el espejo de la majestuosa estancia a pesar de su vida prosapia.

jueves, 13 de septiembre de 2012

Chivo expiatorio



Ella iba caminando con el semblante demudado y el miedo aún entre las piernas, con pasos macilentos por el puente en dirección a su inmolación. Todos la mirábamos creyendo que con ella se esfumarían todos nuestros pecados y vilezas, pero no, ninguno nos dimos cuenta de que ella había dejado su maleta en el lado nuestro del camino.

miércoles, 12 de septiembre de 2012

Otra Vuelta de Tuerca



Septiembre es un mes de comienzos y de dejar atrás algunas cosas que nos han llenado todo el verano, al menos aquí en el hemisferio Norte donde reposan mis pies.  Los colegios se vuelven a llenar de niños rezongones que no quieren madrugar para ir, ni dejar atrás todas las prebendas de las que han disfrutado en el periodo estival, y es que, a nadie le gusta volver a la rutina.
 Hemos de engrasar de nuevo el eje de la rueda interna que nos mueve y decir adiós a la toalla, la playa, la arena  el chiringuito y la fiesta. Atrás quedan las quemaduras, los protectores solares, la arena que se mete en sitios insospechados, las largas siestas en esas tardes tórridas que en el sur son interminables y en las que salir a la calle  con el calor asfixiante es un acto de valentía.  En las que un buen libro se convierte a veces en un arma de doble filo porque en más de una ocasión nos adormece muy a nuestro pesar, y descansa sobre nuestro pecho a la par que lo hacemos nosotros  dormido soñando con incontables lectores.
 Septiembre es la antesala del otoño, de los días más cortos y las noches más largas. Es reencontrarse con los viejos proyectos, reconvertidos en sueños nuevos. Es la paleta de colores en la que se refleja el final de cada ciclo con sus verdes desteñidos en mil tonos hasta llegar al amarillo dorado. Es una vuelta de tuerca, de ciclo, de vida, es el principio de un nuevo año al menos para mí,  por que hoy, hoy es mi cumpleaños.

jueves, 6 de septiembre de 2012

Final





Viví a la deriva
Como un barco sin puerto
Oteé el horizonte
Sin llegar a encontrarlo.
Libré mil batallas
Para vencer mi tristeza
Con gentes sin rostro
Sin llegar a ser una proeza.
Paré mis pies
Y se detuvo el tiempo
Cerré mis ojos
Y agonizaron mis sueños.