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lunes, 23 de diciembre de 2013

Feliz Navidad



Quiero desearos a todos los que recaláis en este blog, por un motivo u otro, que paséis una Feliz Navidad y que el Año Nuevo venga lleno de todas las cosas buenas que deseéis. 
Os agradezco a todos vuestras visitas aunque yo no pueda corresponderos con la frecuencia que os merecéis y que a mí me gustaría.

Felices  días de descanso para todos aquellos que no celebráis la Navidad.

Un abrazo muy grande,

Eva.



jueves, 14 de noviembre de 2013

A ti



Tuve miedo de buscarte por si te encontraba,
Cada noche te dibujaba en mis sueños
Siguiendo los trazos de mis recuerdos.
Cada mañana el papel seguía en blanco
Borradas las líneas por las lágrimas derramadas.
La aurora traía un nuevo día para imaginarte,
Para pensarte y extrañarte.
Los años se escapan entre mis dedos,
Y sorteo entre cada uno una decisión o un deseo.
Las hojas de los árboles desteñidas por el tiempo
Se adormecen en mi tranco como espejo del pasado.
Las sienes plateadas peino cada noche mientras
Pergeño el mañana.
El mundo cambia a cada segundo, ya no hay presente,
Ni hoy ni mañana.
Tuve miedo de buscarte por si no te encontraba.

domingo, 6 de octubre de 2013

Sino


He visto mi cuerpo ondeando en el aire muchas veces,
agonizo a ratos y el barquero siempre me devuelve a la vida 
porque nunca llevo la moneda que cuesta mi travesía.

martes, 17 de septiembre de 2013

Infortunio


Las líneas de su mano le auguraban un futuro perfecto. La sierra mecánica sin ninguna intención cercenó todas sus posibilidades.

domingo, 25 de agosto de 2013

Mis tardes en el Circo Averías



El filamento de la bombilla se encendía y apagaba con un suave parpadeo. El director desde bambalinas nos daba la señal para que  saliéramos a la pista. El domador de leones se sentó entre un león albino africano y una pantera negra venida de la India. En un alarde de valentía puso su mano dentro de la boca de la pantera, ésta la escupió con tal asco que todo el público exhaló un suspiro abrumador. Nadie sabía que con un régimen estricto y un poco de psicoanálisis la pobre se había vuelto vegetariana.  En el segundo acto, los payasos hicieron reír tanto a los presentes que algunos acabaron llorando. Llegó el turno de los acróbatas, que con sus peripecias sobre los hilos hicieron las delicias de todos. Yo quise imitarlos y tras subirme al palo más alto se escuchó un estruendoso golpe en el suelo y una gran mole gris se estrelló sobre la pista.

jueves, 8 de agosto de 2013

Vida


La vida son dos días. El que venimos y el que nos vamos. Lo de en medio es relleno, para unos es dulce y para el resto es amargo.

lunes, 8 de julio de 2013

Feliz Verano

                        
                           
  

Hace unos días recibí de manos de nuestra querida amiga Cristina del blog Perfume de rosas (http://perfumederosas-cristina.blogspot.com.es/) y del blog http://perfumederosasregalosamigos.blogspot.com.es este premio. Creo que es la tercera vez que lo recibo en total.

 Según las reglas debo responder a una serie de preguntas, pues bien, allá voy:

1.- Una película que me haya hecho reflexionar durante días: Intocable (The Intouchables) me encantó. 
2.-Un cuadro que te haya traspasado: La Meninas de Velazquez, me imagino la escena cuasi teatral a la hora de que el pintor lo bocetara  o lo pintara, siento como que esconde algo y, más recientemente unos trabajos  que descubrí en dos blogs que suelo seguir. Uno es de Ruben Opazo, es fascinante la forma y la minuciosidad con las que dibuja los ojos de sus cuadros, su expresividad. El otro es el de Laura Tristot, también me traspasan los ojos que pinta en las mujeres, a decir verdad casi me imponen.
3.-Un color imprescindible: El negro.
4.- Una ciudad a la que te gustaría volver: No he viajado mucho, pero si he de volver a alguna me gustaría regresar a la isla de Lanzarote.
5.- Una marca de un producto a la que nunca renunciaste. Umm! mi perfume y mi marca de chocolate...
6.- Definir qué es para mí vivir. Despertarme cada día y ver sonreir a mi hijo. 
7.-¿Tuviste un sueño que alguna vez se cumplió? Sí.
8.- ¿Qué cualidades te gustaría resaltar? En general, o mías? En todo caso la solidaridad.
9.-¿Cuando te miras al espejo, qué ves? A veces cierro los ojos. Veo el tiempo, su paso, pero detrás sigue estando la niña que se asombraba por todo. La que creía en cuentos de hadas a pesar de que en todos hay una bruja...
10.- Algo inmaterial que te haya hecho muy feliz. Vuestro cariño, por eso siempre os doy las gracias. Este blog me ha hecho muy feliz.

Quiero aprovechar esta entrada para desearos a todos unas felices vacaciones de verano, y para los que estéis en periodo invernal lo mismo. Mi musa se pidió unos días libres pero hoy me mandó un correo para decirme que se toma todo el verano. Sin ella no se me ocurren las paranoias con las que voy rellenando este blog, así que mientras vuelve yo descansaré también. La intención es leer y aprender a pintar. 

Espero volver pronto. 
Un abrazo muy muy grande,
Eva.

miércoles, 26 de junio de 2013

Pensamiento


Sólo quien no es capaz de soportar el ruido de sus pensamientos,
busca compañía constantemente aunque no siempre acierte.

miércoles, 19 de junio de 2013

El taller



Todo sigue igual. La casa, los niños, el trabajo, el perro, los vecinos. La rutina solo se altera los sábados por la mañana. Todos sin excepción debemos pasar por el taller. Mi vecina no volvió de la última revisión, dicen que el reseteado y formateo le ha afectado a su memoria.

miércoles, 5 de junio de 2013


Redonda la Luna se desvanece y 
muere en la mañana,
como sol que agoniza en el crepúsculo,
como alma que exuda su esperanza.
Te descubro agazapado en mi pensamiento,
oculto tras una sonrisa 
con una invitación al silencio de un amor prohibido,
Y, con tus artes entretejes mis sueños como una
hilandera hábil teje su maraña.
Desabrochas mis sentidos
como camisa de seda que resbala por mi cuerpo
hasta el suelo. 
Pero tú eres inasible, te busco y no te encuentro,
como el pájaro que emprendió su vuelo.


Poner en pausa SCM Music.
Espero que os guste: 


sábado, 25 de mayo de 2013

No quiero






No quiero ser viento dormido,
viento mudo viento que calla.
No quiero ser luz trémula
ni gaviota varada.
No quiero ser caricia perdida
en tu cuerpo, ni agua fresca en el
desierto.

No quiero ser agua que reposa ni flor de un día.

No quiero ser la mejilla
Por la que rueda una lágrima.

Quiero ser brisa, aliento y palabra.

domingo, 12 de mayo de 2013

Amor persistente.

Atardecía. Las primeras sombras de la noche dejaban entrever los cuerpos a través de  las ventanas que tenían las luces encendidas del edificio. Se levantó un suave viento que acariciaba mi cara y mecía las hojas de los árboles del parque en el que estaba sentado esperándola. Había soñado tantas veces con encontrarme con ella ahí, cara a cara, a la salida del colegio. Me arreglé mi chaqueta, la sacudí concienzudamente para eliminar la más mínima partícula que pudiera entorpecer el encuentro. Movía mi cabeza en todas las direcciones, y nadie aparecía. Bueno, sí, pero eran personas anónimas que nada me decían, solo caras levantadas al frente con un caminar casi mecánico que los llevaban de un lado de la ciudad hasta otro. Abuelos con sus nietos, que  cuidaban mientras sus padres atesoraban bienes con los que subsistir por medio del trabajo, pues riquezas pocas... Jubilados que jugaban a la petanca, perros ansiosos del espacio cercenado por sus dueños en minúsculos pisos, madres con sus hijos, corrillos de abuelas que contaban chascarrillos de tiempos pasados y sus risas, que se escuchaban desde donde yo estaba, y que alguna vez arrancaron la mía
Era a la vez una mezcla de ruido y silencio, yo permanecía sentado con todos mis sentidos alerta para ver si pasabas por delante de mis ojos que te buscaban con toda la ansiedad que podía. Día tras día, estaba ahí sentado con la única ilusión de verte. “Tal vez se acuerde aún de mí” pensaba dentro de lo más profundo de mi ser, al fin y al cabo fuimos compañeros de clase durante muchos años; aún recuerdo el olor que desprendías al pasar delante de todos los niños, lavanda. ¿Seguirás oliendo a lavanda?
Se abrieron las puertas del colegio, salieron los niños en desbandada, como siempre. La algarabía que formaban me transportó a nuestros años de inocencia plena. Me puse mis gafas, para poder verte. Mis ojos ya no son lo que eran, apenas sí distingo una “Be” grande de una “uve” chica.
Ahí estabas tú, en la puerta de madera que tantas veces habíamos cruzado juntos, que nos aislaba del mundo para enseñarnos lo que era el mundo... y cómo sobrevivir en él.
Han pasado los años, te sigo viendo hermosa, ya no luces la lozanía de antaño. Pero mis ojos entristecidos y achicados por los años siguen viendo a esa niña saltarina, rubia, con trenzas atadas con lazos de múltiples colores, que se sonrojaba con una miraba, y que me regalaba un dulce e inocente beso en la mejilla cuando le ofrecía una chocolatina. La vida nos llevo por diferentes caminos, a mí por el lado  equivocado y a ti por las manos de  Dios.
Cada día vendré mientras me queden fuerzas a ver cómo te despides de los niños del colegio e imaginaré que esas sonrisas son para mí, y esos besos que lanzas con tus débiles manos también son míos. Me sentaré en este banco con la esperanza de que alguno de estos días te fijes en este viejo, aunque mi cara ajada por los años no te devolverá la imagen que tenía el día en que nos dimos nuestro único beso.

viernes, 3 de mayo de 2013

Experiencia demostrable

"Se necesita camarero con experiencia" rezaba el cartel visiblemente puesto en la puerta del bar donde suelo tomar café a menudo. Sin pensármelo dos veces decidí hablar con el encargado  para ver si podía conseguir el empleo. Tengo buena planta, soy simpático y agradable con la gente. "¿Qué experiencia tienes?"-me dice sin apenas levantar los ojos- "Soy licenciado en empresariales, varios masters en Administración de negocios, Relaciones internacionales, hablo cuatro idiomas con fluidez.."¿Sabes poner cafés?"-me dice esta vez mirándome a los ojos- Mi silencio fue la respuesta. "Lo siento pero a pesar de tu currículum, no me vales".

sábado, 20 de abril de 2013

El mejor psicólogo



El cliente entró por la puerta de la oficina cinco minutos antes de la hora prevista. Venía acompañado de una mujer que poco después supe que era su esposa. Nos dirigimos a la propiedad de la que esa misma mañana les había hablado; el lugar y sus características eran las que ellos estaban buscando y por fin después de meses y visitas a diferentes casas la habían encontrado.
Aparcamos el coche en la puerta de un chalet con vistas impresionantes y un jardín que daba la bienvenida.  El dueño de la vivienda nos recibió con un gesto adusto aunque en breves segundos una sonrisa y su brazo extendido nos invitaba a pasar.
Tras el recorrido los clientes emocionados, y con un brillo especial en sus ojos le dijeron al propietario que compraban la vivienda a lo que éste contestó:
-No, si yo en el fondo no vendo la casa, pero estas visitas para mí son mejor que ir al psicólogo.

sábado, 13 de abril de 2013

Noctívago




Me despierto y te busco,
no te encuentro a mi lado y
me arropo en mi soledad
e imagino un mundo paralelo
en el que estamos los dos
transeúntes de nuestro destino,
peregrinos de un mismo amor.
La oscuridad nos envuelve y
nos abriga el calor.
Calor de dos cuerpos, esos que
somos tú y yo.
Y abro los ojos y
extiendo mis manos y
solo hallo esa ausencia
que me hiere y me aprieta,
que me lacera el alma
y que mi vida sangra.

domingo, 31 de marzo de 2013

Malas Artes

Entre complacida y asombrada por la reciente elocuencia y videncia con la que su amiga la obsequiaba cada viernes por la tarde mientras tomaban café, Plácida, disfrutaba de cómo  su amiga le desvelaba los acontecimientos de su futuro más inminente. Le auguraba un viaje, ese que llevaba tiempo soñando, sin los niños claro está. Un coche nuevo, el que tenía estaba más en el taller que al uso. Ella se deleitaba ante las dotes de pitonisa de su amiga sin pensar en que su marido y ella compartían algo más que el partido de padel de los jueves.

sábado, 23 de marzo de 2013

Compañeros de viaje




Las últimas vacaciones habían transcurrido sin contratiempos. Nos embarcamos en un viaje lleno de aventura, no exento de peligros y en donde la confianza en el otro primaba por encima de todas las cosas. Aún no sé en qué momento me dejaste sola.

sábado, 16 de marzo de 2013

Realidad Poliédrica

La altivez con la que me miraba Marta cuando éramos niños siempre hirió mi amor propio. Cada vez que acompañaba a mi madre a casa de los Sres. Pérez cuando les llevaba la cesta con la ropa planchada y algunas cosas que ella les cosía; percibía un escalofrío que me recorría todo el cuerpo con la mirada de esa niña insidiosa que me hacía sentir inferior. Ella se pavoneaba con sus vestidos de niña rica llenos de lazos y volantes; mientras esperábamos que el ama de llaves  nos diese el siguiente encargo semanal.
    Yo, que no me he arrugado nunca ante nada y menos delante de una mujer; me crecía dentro de mis ropas desgastadas y modestas, mirándola por el rabillo del ojo y le hacía burlas mientras ella se encaprichaba por algo que su niñera al instante debía de darle; una mujer joven de aspecto mustio que apenas hablaba con nadie -no sé si por timidez o debido a su juventud, apenas tendría cinco o seis años más que Marta-.
    Han pasado los años, y aún sigo sintiendo cuando me cruzo con Marta esa sensación de inferioridad al dedicarme ella una de sus miradas de arriba abajo. A veces me da la sensación de que ella quiere hablarme, sin embargo, yo levanto mi cabeza con altivez y lo único que hago es un leve gesto con las cejas a modo de saludo; pues gracias a los esfuerzos de mi madre conseguí con los años no ser solo “Tomasito” el hijo de la planchadora, sino don Tomás el maestro del pueblo.
    Cada día cuando acaban las clases, ella viene a recoger a su hijo al colegio conduciendo su coche sin su chofer; me parece extraño pues bien podría venir  Amparo, “la mudita” -conocida así en el pueblo porque con solo mirar a los ojos a su pequeña Marta sabía perfectamente lo que quería, y nunca hablaba de lo que pasaba en casa de sus patronos- que al pasar de los años, se convirtió en una  buena moza pero que no consiguió novio y aún sigue en la casona familiar.
    Yo la observo desde lejos tras los cristales de mi aula. No quiero reconocerlo, pero creo que he estado enamorado de ella desde que era un crío; por eso prefería acompañar a mi madre cuando iba a su casa en vez de quedarme con los demás chiquillos jugando en la calle, a sabiendas del mal rato que pasaría.  Me doy cuenta que he vivido toda mi vida en una mentira, obcecado en esa imagen de mi infancia que me ha llevado a querer obviar a todas las mujeres que se me han acercado y que no han sido pocas. En todas encontraba algún inconveniente, vivían lejos, no querían vivir en un pueblecito  o simplemente eran insulsas. Mi madre siempre me decía: “Tomas, hijo mío, ¿Cuándo te vas a buscar una novia con la que formar una familia?” y mi única respuesta era “un día de estos madre”, y agarraba mi viejo portafolios de piel y salía de la casa con una sonrisa en la boca y un beso al aire para mi madre.  También he aguantado murmuraciones acerca de mi hombría por seguir soltero a mis años. Tengo el arquetipo de Marta en mi mente y sin darme cuenta he ido fijándome en ella y construyéndome mi propia realidad poliédrica, y en cada cara una visión diferente de la vida.
    Después de tanto tiempo aún no ha perdido ese porte que tenía de niña, su petulancia se ha visto mermada por las circunstancias que la rodean. El exquisito marido que le buscó su padre, se ha encargado de dilapidar la fortuna de la familia en negocios turbios y en casas de mala reputación. No es que me alegre de eso, al contrario; parecía un corderito manso el día de la boda y mientras todos les mirábamos, él preso del nerviosismo propio del acontecimiento y de verse en un pueblo que no era el suyo, no hacía nada más que tirarse de su pulcro chaqué. Ella, ufana e inocente de lo que se le venía encima, sonreía a todos los que  mirábamos pasar el cortejo por la arteria principal  del pueblo en dirección a la iglesia. Entre ellos yo, que veía como  ella se alejaba cada vez más de mí de lo que toda la vida lo había estado, si es que en algún momento  estuvo a mi lado.
    Muchas veces Marta venía al colegio con gafas de sol, a pesar de ser un día lluvioso, unas enormes gafas que ocultaban su rostro que se iba ajando con los años y se veía deslucida a pesar de ser una mujer todavía joven. Cuando llegaba la primavera y las demás madres acortaban las mangas de sus ropas y la tela de sus faldas, ella seguía tapada hasta los puños y los pies. El rictus de su cara siempre era el mismo, solo le salía una sonrisa franca cuando abrazaba a su hijo en las puertas de la escuela. Ahí sí que se le veía feliz. Era como si el mundo entero se iluminara y no existiera nadie nada más que ella y su pequeño Nicolás.
    Hoy no ha venido el niño al colegio, algo extraño ha debido de ocurrir, pues es un niño con una salud de hierro. Hoy me quedaré sin verla aunque sea de lejos. Cogeré mis cosas y me marcharé a casa pues mi madre, anciana ya, debe de estar poniendo la mesa y hasta que yo no llego ella tampoco almuerza.
   -¿Sabes lo que ha pasado hijo? Una desgracia, hijo, una desgracia. Anoche, al marido de la señora Marta Pérez, de mi “Martita” que la he visto crecer desde pequeña…
   -¿Anoche qué mamá, anoche qué?- la curiosidad me comía por dentro, sentí que algo malo había ocurrido.
   -Pues eso, que anoche en uno de esos sitios a los que va se ve que estaba más bebido de lo normal y en una pelea y tras apostarse todo al póker,  cayó al suelo y se golpeó la cabeza
   - ¿Y qué pasó?- le espeté a mi madre casi gritándole.
   -Pues que se dio un mal golpe y que lo han llevado muerto a su casa.       
    Salí corriendo sin comer y tirando el portafolio al suelo. Mi único interés era llegar a la casa de Marta, sabía que mi presencia de nada serviría pero había algo que me empujaba a ir.
La viuda estaba compungida al lado del ataúd de su esposo, vestida de negro riguroso con medias y pañuelo negro a pesar de alcanzar en el patio de la casa los treinta grados a la sombra de aquel mes de mayo que se presentaba más caluroso de lo habitual, y secaba sus lágrimas con tanto entusiasmo que no dejaban de mirarla los allí presentes uniéndose en su dolor.
Me quedé parado, viendo toda la escena, no podía acercarme a ella, había demasiada gente a su alrededor. No era el momento. Tal vez al día siguiente, en el cementerio podría darle mis condolencias.
Una vez el cuerpo del difunto fue sepultado y todos se iban marchando del cementerio. Ella permanecía allí, en frente de la tumba, con su inseparable niñera. No dejaba de llorar, pero en sus ojos se percibía un brillo diferente. Yo esperaba el momento de acercarme para darle mis condolencias; cuando antes de poner mi mano sobre su hombro pude escuchar lo que le decía “la mudita”
-No llores más mi niña, que no lo merece, ¿no te acuerdas de cuando te daba los correazos?
Se me cayó el mundo entero a los pies y sin decir nada salí de aquél cementerio.

domingo, 10 de marzo de 2013

Dibújame



En los humedales de la tristeza
Cuando nadie te mira
Y solo estás,
La quietud de tu alma
Se asoma
Por los ventanales de tu cara.
Atraca tu barco en mi playa
Desciende de él y ven a mí
Que el oleaje nos envuelva
Con embates de sal y no de llanto.
Dibuja en mi piel
Un mapa,
Con tesoros escondidos.
Busquémoslos despacito,
Lentamente y con sentido.
Delinea mis volcanes
Desniveles y manantiales,
Trázalos pausadamente  desde
La noche que recién nace
Hasta que el alba nos halle.

viernes, 8 de marzo de 2013

Felicidades Mujer

.
Felicidades mujer,
Por no ser sólo madre, hija o hermana, sino también esposa.

Felicidades mujer,
por haber luchado desde el primer
Momento en el que viniste al mundo
por sobrevivir al espejo del hombre.

Felicidades mujer,
Por ayudar a hacer que la vida sea más llevadera
Por iluminar con tu sonrisa  muchos días sin sol
Por curar con tus caricias  heridas sin medicinas.

Felicidades mujer,
Por llevar paz donde había lucha
Por callar cuando no se debe alzar la voz y por alzarla cuando los demás
Guardan silencio y con su mutismo se crean injusticias.

Felicidades mujer,
Porque cada gesto tuyo lleva autoridad y ternura a partes iguales,
Consideración y misericordia.

martes, 26 de febrero de 2013

El transeúnte.


 Era realmente un muchacho extraño, caminaba ensimismado por entre la gente. Daba lo mismo que fuese verano o invierno él siempre vestía la misma chaqueta de cuadros escoceses y unas botas militares. Su pelo, largo y con una cola hecha de innumerables rastas, tenía un color mugriento. No debía tener más de treinta años pero parecía tener toda su vida vivida. Su cara de bobalicón daba pena a quiénes lo observábamos y cuando te miraba te hacía sentir un escalofrío que te recorría todo el cuerpo. Un día me atreví a seguirlo. Aparqué mi coche junto a un banco del paseo por el que él caminaba. Dejé varios metros de distancia entre él y yo, aunque si hubiese ido pegada a sus hombros estoy segura de que ni siquiera habría sido consciente de mi presencia. En el fondo me daba un poco de miedo pero la curiosidad era más pertinaz que mi desconfianza.
Caminaba por entre callejones estrechos impregnados de aromas entreverados de azúcares y fritangas de las cocinas. Aligeró el paso y con las manos en los bolsillos parecía que más que caminar interpretaba una marcha militar. Yo comencé  a sentir que mi corazón se agitaba, mi paso en un principio suave, se tornaba casi en una pequeña carrera para no perderlo entre la gente que a duras penas transitaba por entre las aceras y las bicicletas. Podía haberme dado la vuelta en cualquier momento, ¿qué necesidad tenía yo?, ¿a mí qué me importaba donde iba ese chico? Pero algo me decía que tenía que seguir hasta el final. 
El chico giró hacia la izquierda y empujó una pesada puerta de madera adornada con herrajes enmohecidos y desconchados. La puerta crujió e hizo un esfuerzo con las dos manos para abrirla. El edificio era antiguo, tal vez del siglo pasado, varios ventanales vertían sus ojos a la calle. El tejado de un momento a otro parecía que se iba a venir a tierra. La puerta se quedó entreabierta invitando a entrar a un patio silencioso donde la luz penetraba tenuemente a primeras horas de la mañana y poco a poco se iba reflejando en los charcos acharolados del suelo provenientes del agua de haber regado las macetas. Colgaban de las paredes multitud de plantas de todos los colores: geranios, tulipanes, margaritas, pensamientos, dalias  y una madreselva preñada de flores trepaba por entre los barrotes de las ventanas y cubría la cal envejecida de la casa. El mundano ruido del exterior se había disipado en apenas unos segundos. Era una paz inmensa la que se sentía en ese lugar. Una pequeña puerta en uno de los laterales del patio era la única salida. Intenté llamar a aquel muchacho. Desapareció.  Aún guardo la sensación de paz que sentí en aquel repentino jardín en medio de tanto ruido.

miércoles, 20 de febrero de 2013

Prevención de Suicidio



Con el siguiente relato conseguí la Primera Mención de Honor en el concurso de relatos cortos "II Memorial Conrada Muñoz" año 2011.  Espero que os guste.


Como si fuese un boomerang he entrado y salido de la prisión tres veces en los últimos dos años. Cada vez que estaba dentro me prometía a mi mismo que esa sería la definitiva, que pasara lo que pasara y aunque me ofrecieran la luna no me iba a meter más en líos. Algunos de mis compañeros siempre me dicen eso “de que vuelvo a casa” en cierto modo es así, a pesar de que no la he sentido nunca como mía; nací en la  cárcel de mujeres de Alcalá de Guadaíra cuando mi madre estaba presa.
Los primeros años de mi vida no era muy conciente de donde estaba, pasaba los días a rebufo de mi madre y de las demás internas que me tenían como su juguete. Mi madre entró en prisión por un delito de tráfico de drogas. Apenas tenía diecisiete cumplidos cuando una mañana se dio cuenta de que estaba embarazada. Tras comunicárselo a mis abuelos, éstos lo primero que hicieron fue ponerla de patitas en lo ancho y llano de la calle: “Vete, has deshonrado a tu familia” fue lo último que escuchó  cuando salía con sus escasas cosas y con la única preocupación en la mente de dónde pasar la noche. Tal vez con el sol de la mañana siguiente, y tras pasar la noche fuera de la casa, sus padres se compadecerían de ella y la  buscarían. Eso no ocurrió.
Mi abuelo, con cincuenta años, alcohólico y desesperado para ganar un jornal con el que alimentar al resto de sus hijos se le  vino el mundo encima al ver que su única hija, en la  que tenía todas sus expectativas puestas le había defraudado. Ahora sería la comidilla del barrio y todos tendrían alguien a quien criticar. Ya estaba él para eso y el resto de mis tíos, que según supe con los años tampoco andaban en buenos pasos.
El dueño de la pensión donde encontró el refugio que sus padres no le dieron,  se aprovechó de la cara de inocente de mi madre y la hizo que se metiera en el mundo del trapicheo. Nadie sospecharía de una adolescente con cara de niña. Mi padre la dejó tirada, no quiso saber nada de mí. Con los años ha querido buscarme pero ahora he sido yo el que ha  pasado de él. Si se hubiera portado como un hombre en su momento, tal vez mi vida y la de mi madre habría sido de otra forma. Ella no se habría visto abocada a ese inframundo que es la droga. Tanto va el cántaro a la fuente que al final acaba rompiéndose, no solo mercadeaba sino que acabó consumiendo su propia mierda. En pocos meses su vida cambió dando un giro de trescientos sesenta grados. Después de su primera condena, vinieron otras y yo me vi tutelado por la Junta y encerrado desde los cinco años en un colegio donde pasaban los días uno tras otro a la espera de que apareciese mi madre o alguna familia que me diera ese cariño del que yo tanto estaba falto. Fui viendo como entraban y salían otros niños, aprendiz de los mayores y maestro de los pequeños en las pequeñas travesuras  y tropelías que realizábamos en el colegio. De ellos aprendí lo que  serían los cimientos de mi persona.
A los catorce años volví con mi madre y al principio sí fue todo lo idílico que siempre me había imaginado en las noches largas de invierno cuando la desesperanza no me dejaba dormir y me abrazaba a la almohada llorando como lo que era, un ser indefenso y débil que no había pedido venir al mundo, y mucho menos en esas condiciones. Un año después ella empezó a salir con un hombre que había conocido estando en prisión por un programa de intercambio de amistad. Cuando Pablo, que así se llamaba, salió de Carabanchel se vino a Sevilla al pequeño bajo mohoso que teníamos alquilado en un barrio bastante conflictivo. Hasta ese momento todo iba bien, mi madre se había limpiado estando en el talego y trabajaba en la cocina de un bar. Después de todo volvíamos a ser una familia. Ambos estábamos reinsertados en la sociedad, solo teníamos que seguir viviendo.
 Nada más lejos de la realidad… Pablo nos hundió de nuevo en lo más misero del mundo: la droga; y lo peor de todo, es que me arrastró a mí también en esa vorágine en la  que se convirtió nuestra existencia desde que apareció por la puerta de casa. Tenía una mirada desconfiada, y una sonrisa llena de picardía que embaucaba hasta el más listo. Sin darnos cuenta mi madre y yo estábamos por los parques y las puertas de los colegios ofreciendo a los niños un poco de “chocolate” o de “maría”. Yo los enseñaba a liar los cigarros a los que no sabían y, poco a poco me fui haciendo un nutrido grupo de colegas a los que les metía el veneno en el cuerpo y ellos a cambio de un poco de “felicidad” me daban la pasta que costaba su pequeño viaje. Así de paso, me enganché yo también, primero a algo que me parecía inocente como son los porros para acabar con la dama blanca enredada en mis venas como si fuera parte de mi mismo.
Cuando tenía el  subidón de la dosis, creía que me iba a comer el mundo y no era muy consciente de distinguir lo que estaba bien de lo que no;  las malas compañías y estar en un sitio indebido en el momento inapropiado han hecho que el mundo me coma a mí. He venido de nuevo a la cárcel y esta vez por una larga temporada. Las condenas de antes eran tonterías comparadas con esta de homicidio. Algo de lo que me arrepiento muchísimo y que no soy consciente de haber cometido. Las pruebas me acusan a mí y hay testigos de ello. Así que ahora no me queda más remedio que afrontar todo lo que me venga encima. Pero estoy hecho polvo, mi autoestima es menor a la de un gusano que se arrastra por el suelo esperando que alguien pase por encima y lo pisotee aplastándolo contra el suelo mugriento y que  no quede de él nada más que una manchita recuerdo de su existencia.
Mientras, ahí fuera en la calle, el mundo está asistiendo a un parto. Sí un parto con contracciones agónicas para los más desfavorecidos que les provocan unos dolores que no son posibles de aguantar. Envites que da la vida y los pone como a mí de cara a la pared; metidos tras muros que los apartan de una sociedad que ya nos los quiere. Eso provoca que la delincuencia aumente, las cárceles se masifiquen; y sean incapaces de reeducar al preso por falta de personal. Sometidos a unos horarios, a unas normas de convivencia destinadas a hacernos que el regreso a la calle sea más fácil. Haciéndonos participes de nuestra reeducación en los módulos de respeto que deberían de ser obligatorios para todos los internos en vez de voluntarios. Se asemejan a una vida real donde la participación y organización es la base del respeto a los demás y a uno mismo.  Aunque el preso no tiene todo el seguimiento que debería tener una vez fuera de la tutela del Estado y por eso volvemos a caer como moscas a la miel.
  Mientras estamos entre rejas el mundo de fuera se ve lejos, es una realidad  paralela a la que vivimos imposible de alcanzar en mucho tiempo para la gran mayoría de los internos. Pero aquí dentro sufrimos la ausencia de la familia, de los amigos, nos privan de libertad pero tenemos acceso a la cultura, se puede estudiar para mejorar nuestra formación. Tal vez algún día esa mejora de nuestras capacidades laborales se vea recompensada con un trabajo en la calle en el mejor de los casos. Aunque afuera son muchos los que tienen que delinquir para seguir subsistiendo ya que el sistema económico está en entredicho y hace aguas por todos los lados y muchas familias se han visto de la noche a la mañana sin nada. Algunos, aquí dentro tienen trabajo en un destino remunerado  que les permite tener algo de dinero y no sentirse del todo un parásito de la sociedad. Aunque mucho de ese dinero va a parar a las manos de otros internos -los más avispados- que se dedican dentro en los patios a intimidar a los que somos más débiles y a seguir intoxicándonos con sustancias que por ley están prohibidas y aún más si cabe dentro de los establecimientos penitenciarios.
La noche ha llegado ya, siento un nervioso que me recorre todo el cuerpo. Es hora de tomar mi medicación. En la cama de abajo mi nuevo compañero –un interno de apoyo- está leyendo un libro que ha sacado de la biblioteca. Me ha dicho el titulo, pero ahora no lo recuerdo. Tiene que ser entretenido, apenas se mueve entre las sábanas, no se da cuenta de lo que hago. El silencio invade toda la celda, siento los  latidos de mi corazón cada vez más débiles, mucho más frío que hace unos instantes. Me voy a poner cómodo, con un gran esfuerzo consigo estirarme y taparme hasta el cuello. Se escucha el interfono, al otro lado el funcionario de guardia llama a mi compañero
-¡Buenas noches! Lozano ¿me escuchas?
-Sí
-¿Está tu  compañero bien?
-Sí, acabamos de hablar.
Mi compañero sigue leyendo y yo cierro los ojos e intento descansar de una vez y para siempre.





sábado, 16 de febrero de 2013

Despertar

  


Nunca imaginé que tu ausencia doliera tanto,
que el vacío fuese tan grande.
Nunca sentí que la soledad
podría envolver  más que la noche.
Nunca pensé que los colores 
no tenían ya brillo, ni que los pájaros solo 
harían ruido. 
Nunca imaginé que lo importante de mi mundo
carecería de sentido. 
Miro atrás y no sé si todo fue un sueño, 
pero me alegro de haberlo soñado
aunque fuese por poco tiempo
contigo.

viernes, 15 de febrero de 2013

Gracias Cristina.


       perfumederosasregalosamigos.blogspot.com.es

El otro día recibí la sorpresa de manos de Cristina y me dio este regalo. Muchísimas gracias Cristina por pensar en mi y querer compartirlo conmigo. Debo nombrar al menos tres libros de los que he leído en el año 2012 y que me hayan gustado más y otros tantos de los que quiero leer en el 2013. Pues bien, mis libros son.

Me gustaron en el 2012:

-Barúc en el río de Rubén Abella.
-El alquimista de Paulo Coelho.
-El puente de los asesinos de Arturo Pérez-Reverte.

Quiero leer en 2013 más que nada porque llevan bastante tiempo en mi librería:

-El tiempo entre costuras de María Dueñas.
-Un mundo sin fin de Ken Follet.
 -Las brujas y su mundo de Julio Caro Baroja.


Compartirlo al menos con tres blogs.

domingo, 10 de febrero de 2013

A veces me repito.



Quiero recuperar hoy el primer relato que escribí y el primero que mandé a un concurso literario. Le tengo especial cariño no sólo por permitirme ganarlo sino por aquello que dicen que el primer parto literario es siempre el más dulce. Algunos ya lo conocéis pero los recién llegados supongo que aún no habéis buceado lo suficiente como para encontrarlo. Espero que lo disfrutéis.



    
   MAÑANA DE SAN JUAN                                              

 Cada noche, antes de dormirse, Amalia realizaba el mismo ritual. Una vez en la cama, rezaba a sus santos y le hacía una pequeña oración a las ánimas benditas; para que la despertaran pero sin asustarla por la  mañana. Era una costumbre que había cogido sin darse ni cuenta desde que era una niña. Esa mañana escuchó un pajarito cantar, y el canto suave la despertó. Encendió la lamparilla, y vio que el viejo reloj que había encima de la mesita iba a dar casi las seis de la mañana. Aún no clareaba el día. Agarró su ropa y salió despacio del dormitorio para no despertar a Mariano, su marido.
 Después de asearse en el cuarto de baño, se recogió  su pelo ensortijado y canoso en un moño bajo y se vistió. Puso en la hornilla, un poco de leche a calentar en un cazo de porcelana desconchado por los años, mientras se preparaba la talega que se llevaría al campo ese día. En ella metió un trozo de pan y un poco de queso que le servirían de almuerzo a media mañana.
 Era la época de la siega, y el día anterior estuvo con su marido segando los últimos bancales de habas, en uno de los campos que años atrás había heredado de sus padres.
Amalia no quiso despertar a su marido, estaba delicado y tenía una reunión a las diez de la mañana en la Comunidad de Regantes, para establecer los turnos de riego de los campos. El verano había llegado y las mermas de agua en las acequias se hacían notar.
 Amalia, ese día tenía prisa en llegar al campo; quería ver la rueda de Santa Catalina, como tantas veces la había visto desde que era niña con sus padres, cuando los acompañaba al sembrado. Tras el solsticio de verano, llegó la noche de San Juan, y por la mañana del día veinticuatro, en el sol se veía como si una rueda girase dentro de él y por nada del mundo quería perderse ese momento mágico, que tantos recuerdos le traía. Ilusionada, deseaba meter sus toscas manos en el rocío de la mañana; que según las leyendas curaba múltiples enfermedades y hacía hermosa y joven a quien se embadurnara con él.
 Llegó exhausta a la finca, después de subir la cuesta empinada y larga que la separaba del pueblo. Era consciente de sus muchos años y de que estaba muy oronda, para realizar ya esas tareas en el campo; pero también el pobre Mariano era bastante mayor que ella y la fatalidad quiso que su único hijo, muriese con solo dos años de unas fiebres. Nunca más tuvo hijos, y este nació cuando ella tenía casi los cuarenta años. No le quedaba más remedio que ayudar en lo que podía a su marido.
 Se sentó debajo de una higuera que había en un lado del terreno.
Todo sembrado de gavillas de matas de habas secas; para serenarse un poco antes de comenzar a llevarlas a la era, donde otro día serían trilladas. Acomodando su espalda sobre el tronco, se puso a contemplar el baile del sol que ya había salido del todo.
 El viento mecía suavemente las hojas de la higuera y acariciaba su cara; cerró los ojos y la nostalgia de la juventud la llenó de recuerdos de otras mañanas, en las que como en esa todas las muchachas iban al campo, al río  o a las fuentes, y la noche anterior  los muchachos colgaban ramas en las puertas de las mozas que pretendían, de diferentes árboles según sus intenciones; toda esa remembranza hizo que sus ojos se llenasen de lágrimas. Se acordó de José, un novio que tuvo muchos años antes de casarse con Mariano.
Aún podía recordar el último beso que le dio José, sentados en el banco de la plaza de la iglesia el día de las fiestas patronales, después de que le diera una fotografía que se había hecho el día anterior, y que él guardó como el más preciado de sus tesoros. En un descuido la cogió de las manos y, acercándola hasta su pecho, le puso dulcemente los labios sobre su frente, luego la miró a los ojos y le dijo que era la chica más guapa de toda la plaza, y que quería casarse con ella. Amalia se sonrojó y bajó la mirada con una tierna sonrisa dibujada en su cara casi angelical. Apenas tenía dieciocho años y José era el primer hombre del que se había enamorado. Era el hijo de una prima de su padre, el mayor de los tres varones, luego estaba Margarita, la pequeña de la familia y su mejor amiga desde la infancia. Amalia vio desde niña a José cuando iba a visitar a su prima a su casa, y entre risas y juegos sin malicia, fue creciendo a la par que ella lo hacía, algo que cuando llegó a la adolescencia se dio cuenta de que no era el amor filial que le tenía a los otros hermanos de Margarita, era diferente; se sonrojaba cuando la miraba a los ojos directamente, y cuando le dirigía algún cumplido. Llegando incluso, a sentir un cosquilleo en el estómago cuando se cruzaba con él, o cuando le hablaba más de dos frases seguidas estando a solas.  José tenía los veintitrés recién cumplidos. Estaba en la edad de formar una familia propia, de buscar una novia, y después de un tiempo de noviazgo no demasiado largo, casarse. Amalia era la chica ideal, de buena familia, su mocedad aseguraba aún más su castidad, y era muy guapa. Sólo que por ser primos segundos, tendrían que  pedir “dispensa papal” para poder casarse, pero eso no era ningún inconveniente. Sin embargo, todo se truncó.
Corría el mes de septiembre de 1937, apenas las luces del día se habían extinguido cuando dos golpes secos se escucharon en la puerta principal de la casa de don Jaime, el practicante del pueblo, un hombre de buena estirpe y que no se metía en nada, solo su trabajo y su familia eran lo único que le importaba. Don Jaime era un hombre muy querido en todo el pueblo, fervoroso cristiano que iba a misa cada domingo y fiestas de guardar como mandaban los preceptos. Lo único que desentonaba en aquella casa era el carácter izquierdista de su hijo mayor José, que más de un quebradero de cabeza le había dado al padre; por meterse donde no le llamaban como constantemente le decía su madre.
-¿Está José?- dijo el más alto de los dos hombres vestidos de negro que estaban franqueando la puerta de la casa.
-Buenas noches, sí si está- dijo Amparo su madre, pensando que serían amigos de él.
Sin mediar palabra entraron los dos hombres a la casa del practicante; mientras los que les acompañaban esperaban fuera armados, rebuscaron por todas las habitaciones de la primera planta, entre gritos y quejidos de uno y otro lado. Las voces le llegaban a José que estaba en la terraza intentando huir por los tejados, pero no tuvo oportunidad de escapar. Lo cogieron por los brazos y lo tiraron al suelo, allí le ataron las manos a la espalda, su madre no dejaba de gritar, sus hermanos también; Margarita era la única que asistía impávida y en silencio a toda aquella escena.
-¿Dónde lo llevan?- gritó su madre aterrorizada.
-Donde debe de estar- dijo uno de los hombres cuando salían de la casa llevándose a la fuerza a José- Así aprenderá a estar callado.
Toda la familia asistió a la detención del hijo mayor, y vieron como lo montaban en un camión que había al final de la calle; el destino era predecible…
La noche fue muy larga, y los días restantes también. La alegría de aquella familia se convirtió en un luto que duró a sus padres hasta que murieron. Amalia cuando supo todo lo sucedido entró en una profunda depresión.
Con el paso de los años aquella pena se fue atenuando y estaba próxima a cumplir los treinta y cinco años cuando accedió al noviazgo con Mariano. Un hombre soltero del pueblo, unos años mayor que ella, aunque era dechado de virtudes y que llevaba muchos años enamorado de Amalia. Mariano convino con los padres de Amalia la boda si ella estaba de acuerdo, claro. Y tras un noviazgo corto, pues los años apremiaban para los dos si querían tener hijos se casaron una mañana del mes de mayo a las diez de la mañana en la iglesia del pueblo, junto con algunos de sus familiares y amigos. La celebración de la boda fue sencilla, como se llevaba en aquella época, una comida familiar. Esa misma noche se fueron de viaje de novios unos días a Madrid y después a Toledo. De regreso le esperaba su nueva casa y su vida aunque cómoda al principio, no estuvo exenta de algunos sacrificios con su marido.
 Amalia secó sus lágrimas con el dorso de su mano y una vez que se serenó, apartó la mirada del sol y comenzó a cargar los haces a la espalda, y, despacio los iba llevando uno a uno hasta la era que estaba contigua a la finca.
La mañana que amaneció fresca se tornó soleada; el calor alrededor de la una del mediodía era el indicativo de que Amalia tenía que volver a casa, pues ya no era posible estar más tiempo en el campo. Agarró sus cosas, y empezó el camino de vuelta, con un sol de justicia que le quemaba por encima de sus ropas. Se quitó el pañuelo negro que siempre llevaba puesto desde lo de su hijo, con la intención de agitarlo para hacerse aire.
 Se sentía cansada, muy mareada con ganas de vomitar y calambres en ambas piernas, que ella achacó al duro trabajo realizado y a que con las prisas no se tomó sus pastillas para la diabetes. Destapó su cantimplora de agua, pero no le quedaba nada. Iba andando por el camino, que cada vez se le hacía más largo, la boca la tenía seca como la tierra de los campos. Cada cinco o seis pasos se paraba a descansar, dejándose caer en una orilla del camino. Apenas corría una brisilla caliente que lejos de refrescarla, la achicharraba más. Cada vez se sentía más débil, la cabeza le estallaba. Amalia pensó que nunca llegaría a su casa. Ya en el pueblo, se acercó a la fuente de piedra de la que manaba un pequeño hilito de agua, mojó su pañuelo y lo acercó a su cara para recuperar el aliento, metió las manos y se echó puñados de agua para aliviarse por encima, en su pelo, detrás del cuello, y se colocó el trapo chorreando de agua en la cabeza. Bebió agua para calmar su sed. Aquello pareció aliviarla un poco, justo lo que necesitaba para llegar hasta su fresca casa. Unos pocos metros la separaban del portón de su vivienda cuando Amalia no pudo más, y cayó al suelo  debido a una insolación ante la mirada atónita de sus vecinas. Todas acudieron en su auxilio. La levantaron del suelo como pudieron, afortunadamente pasaba en ese instante un muchacho que ayudó a las vecinas a llevar a Amalia hasta su casa. En su casa estaba Mariano que hacía poco rato que había llegado de su reunión.
El joven les dijo que le pusieran toallas de agua fresca, que trajeran abanicos. Había su sufrido un golpe de calor, lo importante ahora era refrescarla lo antes posible, darle líquidos a temperatura ambiente y con un poco de sal para hidratarla, jamás agua fría ni frotes con alcohol.
-Mariano rápido llama al médico- le dijo la vecina mientras le quitaba la ropa y la sentaba en un sillón con la cabeza alta.
Amalia empezaba a recobrar la consciencia y se quedo más blanca si cabe al ver al joven.
-¿José?- murmuró
Todos se quedaron un poco sorprendidos, -¿quién es José?- dijeron.
-José me estoy muriendo, ¿Has venido a por mi?- decía Amalia mirando al joven.
El desconcierto era la tónica de todos los allí presentes. Mariano entró al salón acompañado del médico en esos instantes.
- Lo primero ponerla fresca, ya veo que lo habéis hecho. Hacerle un litro de agua con una cucharada de sal- dijo el médico.
-Si, este muchacho nos ha dicho eso don Roberto- dijo la vecina.
-Amalia ¿te notas calambres?
-No… bueno si, ¿Pero que hace José aquí?- balbució Amalia.
-Lleva todo el rato diciendo eso don Roberto- apostilló la otra vecina.
-Es normal puede tener alucinaciones, esta en estado de shock  debido al calor. Me quedaré aquí contigo un ratito, a ver si mejoras- dijo el médico- vosotras podéis iros a casa, menos mal que no le ha pillado sola. Te tengo dicho Amalia que estás muy mayor para ir al campo y que tienes muchos problemas de salud que te tienes que cuidar….
Todos salieron de la casa, las vecinas y el joven. En la calle el muchacho les preguntó  a las vecinas si sabían donde vivía Margarita Montilla.
- Margarita se fue cuando se casó a Cáceres con su marido. Hace muchos años de eso ya, sabe Dios si todavía vivirá…-dijo una de las vecinas.
-¿Y no hay nadie de su familia en el pueblo ya?
-Pues sí, la pobre Amalia es prima suya. La que acabamos de recoger en la calle. ¡Con estos calores nos va a dar algo Dios mío! Y eso que todavía no ha llegado el mes de agosto- exclamó la anciana.
-Gracias- dijo dándose la vuelta y volviendo a tocar en casa de Amalia.
-¿Puedo entrar?- dijo el joven con un pie puesto en el tranco de entrada, que hacía ver que tenía intención de adentrarse de nuevo en la vivienda.
- Sí, si pase usted- contestó Mariano un poco sorprendido por la presencia de nuevo de aquel extraño en su casa.
-Discúlpenme, estoy buscando a Margarita Montilla, que es mi tía y su vecina me ha dicho que su esposa es prima de mi tía- dijo el joven mientras se sentaba en una silla contigua al sillón donde Amalia permanecía aún, visiblemente recuperada.
-Don Roberto, muchas gracias por venir,- dijo Mariano mientras hacía el gesto de acompañar al médico hasta la puerta- menos mal que se ha recuperado pronto y no la hemos tenido que llevar al hospital.
El silencio se hizo en la habitación. A Amalia  le latía de nuevo el corazón con fuerza.
-¿Y de quien es usted hijo?
- Yo soy nieto de un hermano de Margarita.
-¡Ah! - dijo Amalia- ¿y de quién?
-Bueno…Ya han pasado muchos años….Mi abuelo antes de morir, me dio una fotografía que había guardado toda su vida. Me pidió que viniera al pueblo y que buscara a ver si quedaba alguien de nuestra familia. Pensó que mi tía viviría todavía porque era la más joven de todos los hermanos….-el joven tragó saliva antes de seguir  hablando- me dijo que viniera a buscarla para que me conociera, pues mi madre murió hace unos años y era la única hija de mi abuelo. Yo soy hijo único, la única familia que me quedaba en mi tierra era mi abuelo.
-Madre mía, muchacho ¿Quién es tu abuelo?- dijo Amalia abriendo los ojos a la par que la boca.
-Mi abuelo murió en enero, y todo este  tiempo he estado dudando si debía venir o no venir. Mi abuelo era José….
- José… ¿Qué José?, el único hermano de Margarita que se llamaba así lo mataron en la guerra civil hace sesenta y cinco años. ¡No digas tonterías muchacho!
-No señora, no murió. Sé que es difícil de creer, pero mi abuelo no murió aquella noche. Los que lo mataron, o los que creían que lo habían matado solo lo hirieron de gravedad, pero no de muerte. El se quedó quieto entre todos los cuerpos tirados en aquel barranco. Aprovechó la confusión de los asesinos,  y muy despacio amparado en las sombras logró escapar. Se metió en una oquedad que había en la pared del barranco. No podía volver a la casa familiar, y se fue caminando de noche y escondiéndose de día. Así logró llegar a la frontera y escapó a otro país. Mi abuelo pensó que tal vez sería mejor para todos que lo creyeran muerto, aunque toda su vida tuvo deseos de volver a este pueblo- el joven metió la mano en su mochila y sacó una fotografía de su cartera con las esquinas rotas por los años y se la extendió a Amalia.
-Mi abuelo me hizo prometer que buscaría a esta mujer, la amó toda su vida. Me pidió que si estaba muerta le llevase flores a su tumba y que si no lo estaba, se la devolviera a ella.
-¡Dios mío!- gritó- Es imposible, soy yo. Es la foto que le di cuando él me pretendía- Amalia cogió la fotografía y la acercó a su pecho, se quedó muda y sus lágrimas brotaron de sus ojos y las dejó correr por sus mejillas como si fuese la lluvia que limpia el barro después de una gran tormenta.
Amalia le dio la vuelta a la fotografía y detrás de ella se podía leer:

           “Sin ti mi vida no ha tenido sentido”

El silencio se apoderó de toda la estancia y ninguno de los tres dijo nada más. Ya no era necesario, todo estaba dicho.



miércoles, 6 de febrero de 2013

Dicen por ahí.




Dicen que el primer amor es el que nunca se olvida, yo disiento, a veces es el último. Dicen que somos lo que recordamos. Dicen que a pesar de ser seres individuales, todos estamos conectados de una forma u otra y que sin los demás no seríamos nada. Dicen que el que pega primero pega dos veces y, dicen también que la sociedad está cambiando. Aunque el pez pequeño nunca le dará un sólo bocado al pez grande, y éste en su habitat seguirá siendo el rey y todos los pececillos lo mirarán con miedo y reverencia y se guardarán sus desprecios para cuando no estén en su presencia. Dicen que el que calla otorga y que es una imprudencia decir según que cosas, pero a veces, los oidos de los pececillos esperan la explicación sin verborrea de los peces grandes y por desgracia, esta nunca llega.

jueves, 31 de enero de 2013

A golpes








 El primer golpe en el costado derecho la dejó como estaba; el segundo, un poco más fuerte y con más tino hizo que se su imagen se viera un poco más clara. Al tercero la bailarina cayó al suelo, le siguieron los palillos y el torero la miraba desde lo alto recomponiendo su figura tras varias acometidas más bravas que las del toro que yacía sobre el televisor.



martes, 29 de enero de 2013

Premio




En las últimas semanas he recibido por duplicado el premio Lovely Blog Award de parte de los siguientes blog:
-Magia para todos. La Bruja Feliz   
http://labrujafeliz.blogspot.com.es

Muchas gracias Rosa. 

-Me gusta la clase de religión. 
http://megustalaclasedereligion.blogspot.com.es/

Muchas gracias Carmen López

Después de agradecérselo, tengo que contar cinco cosas sobre mí y entregar el premio a quince blog. Por motivos de tiempo no he hecho esto anteriormente y es el mismo tiempo el que me impulsa a entregarlo a Todos los que los que me visitáis con frecuencia. Es muy difícil decidirme por quince blog. Espero que esto no sea un inconveniente para la aceptación del premio.

1) Uff! Soy testaruda.
2) Amiga de mis amigos.
3) Es difícil hablar de uno mismo, no creéis? Me encanta el mar.
4) Sueño con ser una buena escritora. Tengo muchooo que aprender todavía, apenas sé juntar palabras...
5) Me gustan los perros y los gatos. 
6) Gracias, de corazón a todos los que venís hasta este rincón y perdéis un poco de vuestro tiempo leyéndo las cositas que se me ocurren. 

Un abrazo grande,

Eva.