Ahí estaba ella. Sentada frente a
mí con actitud arrogante, desafiándome con su gesto altivo. Fijaba la vista en
todos los presentes, uno por uno nos iba observando sin decoro, sin miedo a que
la descubriéramos. Con esa supremacía de quien se sabe perfecta, diosa y
creadora. Sus ojos hieráticos se clavaron en los míos y una sensación de frío
recorrió todo mi cuerpo. Primero los pies, los sentía como dos bloques de
hielo; luego las piernas, mi tronco, mis manos, mis venas, ya cristalizadas,
las sentía quebrarse como pequeñas tuberías de vidrio. Al final una luz,
potente, majestuosa y una gran nebulosa apareció ante mí. Un gran
golpe se extendió en mi estómago, en mi pecho y una arcada me trajo de nuevo a este lado. A tu lado.
Gracias por llegar hasta aquí y dejar vuestro comentario.
ResponderEliminarUn abrazo grande.
Eva.
Bueno pues parece que el reencuentro fue un poco doloroso y acongojante, aunque al final pudiesen estar juntos.
ResponderEliminarCuidate besotesssssssssss
Triste final, pero como siempre muy bonito. Un abrazo Eva.
ResponderEliminarHola Eva, vengo a desearte un feliz año, sé que estás con muchas ocupaciones pero no por eso dejas de estar en mi pensamiento.
ResponderEliminarMiradas con las que nos identificamos, con las que nos relacionamos, que abren la ventana al interior de cada uno, que son el espejo del alma o miradas, como en este caso, que preparan el terreno para que no pase nada bueno.
Que tengas un buen año. Un abrazo.
Muchas gracias Loli, espero que tu año también sea muy bueno. Es cierto que estoy en mil sitios y que descuido lo que más me gusta: escribir.
EliminarUn abrazo muy grande.
Eva
Miradas intensas que remueven almas y provocan sensaciones catársicas en nuestro interior. Sublime descripción.
ResponderEliminarHe estado paseando por tu blog y me quedo con tu permiso, me gusta como escribes y como describes. Mi más sincera enhorabuena.