Todos duermen y yo, intranquilo,
me levanto y voy hacia la cocina. Todo sigue en el mismo lugar que hace media
hora, nada ha cambiado, la ventana entreabierta deja pasar la luz de la calle.
El último vaso de leche reposa sobre el fregadero junto a los otros tres.
Sí es el cuarto vaso de leche que
me he tomado, con su azúcar y un poco de ese café descafeinado de oferta del
supermercado que compra mi mujer. Debería dejar de tomar tanta leche, no me
sienta bien y el médico me ha dicho que no tolero la lactosa, ¿qué sabrá ese?
Toda mi vida la he tomado y me ha sentado bien, desde niño con pan y sin pan,
con azúcar y sin ella, con hambre y sin hambre. Lo que no me sienta bien es
esta maldita vida que llevo siempre trabajando, no he tenido un solo día de
descanso hasta ahora, y claro, a mis años ¿qué voy a hacer ya? “No eres
necesario, vamos a prescindir de ti, es hora de viajar” Cincuenta malditos años
de mi vida en el mismo sitio partiéndome el lomo por sacar la fábrica hacia
delante. El nuevo director ha llegado con fuerza, es duro que te despidan, y,
mucho más cuando es tu propio hijo.
Madre mía, duele tu relato, duele dentro. Algo se te remueve al leerlo. Si ya es duro que te despidan de la empresa en la que llevas trabajando tantos años, a la que has dedicado toda tu vida... sabiendo que a esa edad es difícil (por no decir imposible) volver a encontrar otro curro...que el que te despida sea tu propio hijo... duele. Y lo peor es que seguro que no es tan raro que ocurra.
ResponderEliminarEs la primera actualización que me sale en mucho tiempo tuya y acabo de ver que has escrito más. No sé...
Un abrazote enorme!!!
A veces así me siento, gran relato! espero y puedas leer alguno de mis poemas c:
ResponderEliminarcría cuervos ¡!
ResponderEliminarsí que es duro,
saludos
Cuando se te clava la astilla de tu propio árbol, duele más aun.
ResponderEliminarGran relato María Eva, con un final inesperado.
Te dejo un beso.
Hola María Eva, me impactó tu relato. Duro, como el mismo insomnio que muchas veces nos atrapa y desvela nuestros sueños.
ResponderEliminarUn abrazo.
Yo a veces lo pienso ante tanto parado que tenemos...¿Que sería de mí si no pudiera trabajar?...nada más pensarlo se me erizan los pelos...toda la vida trabajando y despertarte un día y no poder acudir a tu puesto....me ha gustado el relato...ese hombre seguro que no tendrá que preocuparse de no tener trabajo, su economia seguro no se resentirá, sui es su hijo quién lo ha despedido...un besote preciosa.
ResponderEliminarUn relato del mundo cruel,En el que nos han instalado la plutocracia y sus lacayos.banqueros y politicos corruptos.Un dia nuestro insomnio,Podria convertirse en sus pesadillas,un saludo,
ResponderEliminarUn relato duro por su verosimilitud, María Eva.
ResponderEliminarEs triste pensar en cuán posible es que este texto no sea ficción.
Un abrazo,
real como la vida misma, cuantos hoy apesadumbrados cavilan horas y horas por seguir a flote con sus negocios que son el pilar de manutención para sus familias, y que a veces entre ellas se hacen trampas y traiciones
ResponderEliminarfelicitaciones María Eva
Muchas gracias por tu huella en la serie Para el Insomnio
Un relato que dice la verdadera realidad de los tiempos que estamos viviendo en la actualidad. El pobre hombre después de la tracicion recibida no me extraña que le importe tres pepinos que le siente mal la leche.
ResponderEliminarun besote
Cincuenta años de trabajo delata que por lo menos tiene setenta. Como dice mi doctor "Todos quieren llegar a viejo pero ninguno padecerlo".
ResponderEliminarEs triste comprender que se ha perdido utilidad
Bien relatado el insomnio y el no se que hacer ahora con mi vida.
gracias por tus regulares visitas
Besos