Y, ahora, ya no queda
nada más que el silencio.
El silencio sonoro de
un adiós prolongado.
La palabra que en la
garganta se ahoga sin ser pronunciada,
Y que se enquista en
el alma.
Porque ya no nos
queda, ni hoy, ni ayer, ni mañana.
El agua erosiona la
roca y en ella la paz halla.
Y, ahora, ya no
llores, ni murmures, sólo calla.