El cliente entró por la puerta de la oficina cinco minutos antes de la hora prevista. Venía acompañado de una mujer que poco después supe que era su esposa. Nos dirigimos a la propiedad de la que esa misma mañana les había hablado; el lugar y sus características eran las que ellos estaban buscando y por fin después de meses y visitas a diferentes casas la habían encontrado.
Aparcamos el coche en la puerta de un chalet con vistas impresionantes y un jardín que daba la bienvenida. El dueño de la vivienda nos recibió con un gesto adusto aunque en breves segundos una sonrisa y su brazo extendido nos invitaba a pasar.
Tras el recorrido los clientes emocionados, y con un brillo especial en sus ojos le dijeron al propietario que compraban la vivienda a lo que éste contestó:
-No, si yo en el fondo no vendo la casa, pero estas visitas para mí son mejor que ir al psicólogo.
Entiendo que ha encontrado una manera de curar su soledad, que su hogar no está tan vacío y su espacio es fácil de llenar.
ResponderEliminarTe dejo un beso, buena entrada
Sorprendente final,me ha encantado! Un abrazo, y buena semana para ti.
ResponderEliminarMe has sorprendido con el final, aunque lo anunciabas previamente en el título. Pasa que lo has llevado tan ameno en breves palabras que uno se confía y cae en la trampa. Lo has conseguido, si era eso lo que querías: Sorprender que es el recurso más valioso de un cuento. Para la próxima visita quítale el cartel de venta a esa casa...¡Ah! Y al dueño regálale un perro.
ResponderEliminarMe gusto...
Un abrazo y te sigo
Muy bueno tu relato.
ResponderEliminarTambién caí en la trampa. Me solidarizo con el dueño. Una casa asi es para disfrutarla.
Un abrazo
Espe
Gracias Osvaldo, Elsa, Daniel y Esperanza. A veces la soledad hace hacer cosas que pueden parecer inapropiadas o alocadas...
ResponderEliminarFeliz semana para todos.
Un abrazo,
María Eva.